Hace tres semanas, con mi esposa y mi hija, asistimos a un concierto de la Sociedad Filarmónica. Se presentaba entonces el Dúo Amal (“esperanza” en árabe), formado por el pianista israelí Yaron Kohlberg y su par palestino Bishara Haroni. Dos virtuosos que, con una performance tan compleja como divertida, daban testimonio de la capacidad de la música para trascender conflictos crónicos. Fue una noche en que se vibró con la Fantasía en fa menor, D. 940 de Schubert, y el Scaramouche de Milhaud pero, especialmente, con el duelo musical que supone el Adagio de Espartaco de Khachaturian y la Rapsodia en Azul de George Gershwin.
Ha pasado casi un mes de aquel recital y parece que fueran años. El mismo nombre del dúo parece hoy una negrísima broma, cuando todo reporte que nos llega de Gaza solo da cuenta del horror que escala. Civiles israelíes concentrados en refugios de hormigón protegiéndose de misiles y drones armados. Videos en redes reportando a secuestrados de toda condición. Imágenes de cuerpos de bebes degollados. Testimonios de gente furiosa contra el terrorismo de Hamas, la Yihad Islámica y el financiamiento de Irán. Pero también furiosa con su propio gobierno, al parecer empeñado en empeorar la situación en la franja desde que en noviembre de 1995 un joven extremista religioso judío disparara dos veces a la espalda de Isaac Rabin, poco después de que el dos veces primer ministro ofreciera un discurso en la Plaza de los Reyes de Israel en Tel Aviv en apoyo de los Acuerdos de Oslo. Minutos antes había dicho frente a miles: “Fui hombre de armas durante 27 años. Mientras no había oportunidad para la paz, se desarrollaron múltiples guerras. Hoy, estoy convencido de la oportunidad que tenemos de realizar la paz”. Desde entonces, no ha habido en Israel un gobierno que entienda que algo debería cambiar.
Mientras tanto, al grito de “Estamos en guerra”, Isaac Herzog manifiesta abiertamente su intención de destruir la franja de Gaza; en Londres se anuncia que dos escuelas judías no abrirán sus puertas al considerar que la integridad de los alumnos está amenazada por posibles ataques antisemitas; en Washington, la Casa Blanca reunió a la fiscalía y al FBI para estudiar la protección de locales judíos y árabes en todo el país; en Moscú, el gobierno de Putin denunció con total descaro que los ataques israelíes a territorio sirio resultaban una violación del derecho internacional, siendo él un invasor de Ucrania. Y, mientras todo arde, el anecdótico avioncito presidencial del Perú, en su ruta desconectada de la realidad, deja en Roma a una pasajera obsesionada por visitar al Papa mientras peruanos quedaron varados seis días en zona de guerra.