Enrique Planas

No tiene toda la colección, pero sí muchos de sus libros. , una cerdita pequeña y estirada, que vive o se inventa aventuras en la escuela, en el ballet, en el circo o en las fiestas navideñas, era uno de sus personajes favoritos. No es una típica heroína de cuento. Es más bien el símil de una niña común, temperamental y egoísta como cualquier criatura de su edad, con unos padres especialmente pacientes e incapaces de seguirle el ritmo.

Sus caprichos resultan deliciosos y, por ello, resultaban la lectura ideal para compartir con mi hija Montserrat antes de dormir, cómplice del personaje creado por , , ilustrador y diseñador de decorados teatrales. El autor concibió su serie inicialmente como un regalo de Navidad para su sobrina Olivia, entonces recién nacida.

Era nuestra ceremonia para despedir la jornada. Volvíamos a las mismas aventuras y yo respondía a las preguntas de una niña marisabidilla a la que, al igual que el personaje, le costaba cerrar los ojos a la hora que dictan los adultos.

Falconer murió hace pocos días. Su lucha con la enfermedad duró pocas semanas. Al escribir una necrológica, los periodistas solemos atender los datos duros: nacimiento en Ridgefield, Connecticut. Muerte en un hospital de Norwalk. Sesenta y tres años de edad. Para la nota no es pertinente apuntar las historias privadas que, personalmente, consiguen que la muerte de un extraño nos resulte triste. Por ejemplo, contar lo difícil que me resultó explicar a mi hija que Olivia no tendría una nueva aventura. Fue en la distraída rutina del almuerzo, días después, que deslicé el comentario, esperando que la pena le fuera leve.

Hace un año que Montserrat no me pedía que le leyera cuentos antes de dormir. Si bien nunca me dijo que ya estaba demasiado grande para eso, un padre sabe reconocer cuando ya no es necesario. Por eso me sorprendió que fuera ella quien propusiera la ceremonia: leerle, por última vez, el par de cuentos que me seleccionara. Así lo hice: como en noches pasadas, Olivia estuvo harta de que todas las niñas quieran ser princesas. Como en noches pasadas, Olivia visitaba Venecia con la familia de vacaciones.

Como en noches pasadas, mi hija vuelve a reír, identificada, mientras el adulto a su lado sufre en silencio esa doble despedida. No solo la de un autor entrañable, sino la del mismo instante, la de esa lectura a media luz, el tiempo de un relato que apurabas para ver a tu hija, antes pequeña, caer dormida. Ahora las palabras se cierran como un círculo. Sin autor ni lectores, solo queda la ficción, espuma que flota en la noche.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Enrique Planas es redactor de Luces y TV+

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