Visto desde afuera, pareciera que se trata solo de una disputa inédita entre el ministro del Interior, Avelino Guillén, y el jefe de la PNP, Javier Gallardo. Pero no. Lo que sucede en ese sector es más grave de lo que parece y el presidente Pedro Castillo no está haciendo nada por remediar esta crisis. Al contrario, con su actitud vacilante, da la impresión de sentirse cómodo frente a lo que es una clara insubordinación del comandante general hacia su jefe directo: el ministro.
Desde hace varias semanas, venimos reportando lo que ocurre en el sector Interior y el tema va más allá de la decisión de Gallardo de ir desmantelando cada vez más a la Diviac. Es necesario ver lo sucedido de manera cronológica para tener una idea más clara de lo que pasa y por qué Castillo viene demostrando con su silencio que siempre estuvo más cerca del general que de su ministro.
En primer lugar, hay que considerar cómo el jefe de la policía llegó donde está. El 1 de setiembre, el mismo Castillo le había dicho al general Roy Ugaz que él sería el próximo jefe de la policía. Sin embargo, horas después, cambió sorpresivamente de parecer y escogió a Gallardo.
Diferentes fuentes aseguran que el gobierno había decidido relevar al ex comandante general César Cervantes porque no había comunicado a tiempo que se iban a intervenir los locales de Perú Libre y la casa de Vladimir Cerrón a fines de agosto.
Gallardo llegó y, entre las primeras cosas que hizo, cambió las reglas en el proceso de ascenso a generales. Le dio 50 puntos a la entrevista personal, permitiéndose un dominio completo sobre quienes ascendían. Además, el ex subcomandante general Javier Bueno denunció que se estaban sumando irregularmente el puntaje de los candidatos. Como resultado, se ascendió a un grupo de oficiales en el que, de entre todos, destacan dos que visitaron previamente a Bruno Pacheco en Palacio: Manuel Rivera López y Nicasio Zapata Suclupe.
Luego de ese proceso, siguieron las invitaciones para pasar al retiro. Gallardo quiso incluir en la lista a generales como Óscar Arriola (Dircote) y Vicente Tiburcio (Dirincri). Guillén, que ya era ministro, no se lo permitió. A quien sí logró dar de baja fue al general Ángel Toledo, de la Dirección de Lavado de Activos, que estuvo a cargo del operativo a los locales del partido oficialista. Ahora, el jefe de la policía quiere ubicar a Rivera López y a Zapata Suclupe como jefes de las direcciones de Inteligencia y Anticorrupción, entre otras designaciones, como la de colocar al general Segundo Mejía, paisano del presidente, en Lavado de Activos. Hace más de diez días, Guillén le pidió a Castillo dar de baja a Gallardo. Como resultado, solo obtuvo silencio. Un silencio que se entiende como una falta de liderazgo del presidente o una protección hacia su general.
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