Su historia es una advertencia para quienes se lanzan a la política porque creen que los blindará de la acción de la justicia. Si aún abundan esos temerarios, la debacle de Urresti debiera disuadirlos. Si creen que el brillo del poder obnubila a fiscales y jueces hasta perdonarles la vida, las evidencias dicen lo contrario: la justicia honra al temperamento antipolítico popular.
Por ese odio generalizado hacia los políticos es que tenemos tanto expresidente preso y encausado. No es porque sean más corruptos que en otros lares; es porque no tienen partidos, ni bases, ni carisma que los proteja de la súbita antipatía popular. No es porque la justicia sea más independiente y severa con los poderosos corruptos; es que los odiamos desde antes de que lo sean, al margen de que lo sean. (De todos modos, sí es cierto que la justicia es más independiente que antes).
‘Daniel, el intenso’ parecía otro caso. Su crimen fue hace mucho tiempo, 35 años, y no fue de corrupción, que es lo más imperdonable para la opinión pública. Todos llegamos a pensar en algún momento que podía salirse con la suya y su participación en el asesinato de Hugo Bustíos enterrarse con las dudas. En realidad, ya había sido absuelto en el 2018, pero los fiscales apelaron y he aquí la condena de última instancia a prisión efectiva. No se puede escapar a la justicia cuando tienes los reflectores encima en un país que eleva y descarta a los políticos en un tris. Y, dicho sea de paso, donde los políticos se odian tanto entre sí que alientan la desgracia ajena.
El Caso Urresti empezó con la delación de uno de sus cómplices, Amador Vidal, alias ‘Ojos de Gato’, que ya estaba cumpliendo su condena. Vidal no quería pagar culpas compartidas. No lo ‘echó’ por famoso, pues esto pasó en el 2009, antes de que Urresti cobrara fama. Pero el caso avanzaba lento, pasó de Ayacucho a Lima y cobró notoriedad cuando fue ministro del Interior. A partir de allí fue un callejón sin salida: huir hacia adelante, postulando a la presidencia y a la alcaldía, pensando que el poder protege y aporta la coartada del perseguido político. Pero el poder expone y se torna en agravante.
No te creas como ‘Daniel, el intenso’, que se puede quedar impune al amparo del poder. Ahora se arrepentirá de haberse expuesto él y su familia a la debacle. Pero tenía alma de histrión que enmascara sus culpas. El periodista Gabriel Arriarán le dedicó un pequeño libro, “El comediante” (Planeta, 2021), donde lo compara con el personaje The Comedian del cómic “Watchmen”, un exmilitar criminal de guerra que posa como histriónico justiciero. Candidato aspirante a autoridad, si quieres expiar tus culpas, hazlo en silencio; si quieres postular, hazlo con el alma limpia.