“Si quieren comer carne, que lo hagan fuera del restaurante”, señaló en el 2015 Christina Figueres, oficial responsable de Naciones Unidas para el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. Una declaración que buscaba que las personas se vuelvan vegetarianas (y hasta desnormalizar el consumo de carne) para reducir las emisiones de metano y CO2 .
Si bien ser vegetariano reduce nuestras emisiones en 4,3%, si consideramos el gasto en usos alternativos del presupuesto que se liberaría por no consumir carne (ser vegetariano es más barato), a lo más reduciríamos el 2% de las emisiones de cada uno. Y 4/5 de las emisiones no provienen de los alimentos (Lomborg, 2018).
Otro caso es el de la prohibición de los plásticos de un solo uso –como las bolsas de supermercado– que se dio en California con el fin de reducir el efecto contaminante en los océanos (en el Perú se aplica un impuesto, no una prohibición). Considerando que este tipo de bolsas también se usan para botar basura, la prohibición duplicó el consumo de bolsas de papel, y el efecto neto fueron mayores emisiones de CO2 (Taylor, 2019).
Cambiando de ejemplo, el miedo a un accidente como el de la planta nuclear de Fukushima llevó a Alemania a acordar en el 2012 un apagado paulatino de las centrales nucleares hasta el 2022. Una energía limpia que representaba el 22,4% del parque energético. En su reemplazo, para satisfacer la demanda se promovieron energías renovables, como la eólica y solar, introduciendo subsidios que hicieron proliferar empresas de pequeño y mediano tamaño.
El objetivo trazado de reducir en 40% los gases de efecto invernadero no se consiguió. Si bien se redujeron las emisiones en 27,7%, se produjeron efectos no deseados que debemos estar en capacidad de prever. El programa ha costado 10,35 billones de euros, y los subsidios a la oferta no han impedido el incremento del costo, perjudicando a las familias con menores ingresos: 5 millones de hogares son afectados por la pobreza energética.
Incluso en Japón, la restricción de la energía nuclear ya ha generado más muertes por falta de acceso a energía que las que se estima generaría Fukushima (Neidell et al., 2019).
Además, dado que las plantas solares y eólicas producen energía con recursos que no son constantes, no proveen suficiente energía para reemplazar a las plantas nucleares. Por lo que, al no poder usar energías nucleares, Alemania ha tenido que empezar a producir con gas y carbón, generando mayor contaminación.
Esta semana, que se inició la 25 Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, es oportuno recordar que el cambio climático no es un cuento, pero que tampoco debemos aceptar acríticamente cualquier medida que se proponga para hacerle frente. Si no evaluamos costos y beneficios antes de adoptarlas, solo perderemos más tiempo y vidas.