Siendo pionero en los microcréditos, paradójicamente el Perú tiene un nivel de bancarización y de uso de productos financieros extremadamente bajo. Felizmente, esto está cambiando por el desarrollo de nuevas herramientas y por mejoras en el sistema. Veamos.
¿Por qué mientras en el mundo el dinero físico está desapareciendo, en el Perú 9 de cada 10 transacciones usan efectivo? Desde hace tiempo, nuestros estudios nos dicen que es por desconocimiento de las ventajas y la forma de uso de los productos, la falta de adaptación a las características de los clientes y la desconfianza en el sistema (un orden que muchos decisores del sector confunden).
Hoy vemos que esa situación comienza a destrabarse con una oferta más cercana a nuestras necesidades. Un caso es la ampliación del uso de productos tradicionales, como aceptar diversas tarjetas en un mismo POS (máquina para transacciones). Otro, la posibilidad de usar el sistema financiero sin necesitar una cuenta bancaria, que es el caso de las billeteras electrónicas, que además permiten montos muy pequeños. Luego, el lanzamiento de productos más adaptados a las características reales de la población, visto en la tarjeta de crédito de la Caja Cusco (la primera de una caja municipal) pensada en esa mezcla de familia-empresa que son las pymes. Todo acompañado de la disminución relativa, mejorable, de las tasas de interés para una mayor competencia, que ya incluye a las ‘Fintech’, y por mejores reglas de clasificación de riesgo crediticio impulsadas por la SBS que buscan evitar problemas futuros a deudores y prestatarios.
No conozco algún país en el que el sistema financiero sea visto sin crítica, pero siendo una herramienta esencial para la inversión y el crecimiento de países y familias, es bueno alegrarse por sus mejoras en productos y servicios. No debe olvidarse, sin embargo, que todo avance peligrará si no se enfatiza en generar confianza mediante una mayor trasparencia y cuidado en los procesos (¡atención con la seguridad en el servicio digital, que es fundamental para el crecimiento!), y sobre todo si no se incrementa el conocimiento financiero de la población. Porque solo cuando esta conozca cómo manejar bien sus ingresos y sus gastos, además de las formas, ventajas y desventajas del ahorro y del crédito formal e informal, podrá tomar decisiones que hagan crecer sanamente a sus familias, a las instituciones y al país.
Pero no pensemos que la educación financiera es solo tarea de las instituciones, sino también nuestra, señoras y señores lectores, con familiares y entorno. Lo mismo que nuestra cruzada de saludar al prójimo, que también ayudará a tener un mejor país. Les deseo, así, una gran semana.