Las interacciones entre personas se hace cada vez más difícil tanto cara a cara, sentados en un café, bailando en una fiesta o conversando en una banca de un parque. Las relaciones entre adultos –e incluso entre pequeños– se encuentran mediatizadas por teléfonos inteligentes, tabletas o computadoras de todos los tamaños.
No es raro ver en un restaurante a una familia sentada alrededor de una mesa, cada uno concentrado en su propio dispositivo. Incluso, el juego, las adivinanzas o las canciones que se daban cuando una familia viajaba en auto han tendido a sustituirse por videojuegos o aparatos de video para que los niños vean una película mientras los padres conversan, esperando que los niños no se aburran o no molesten.
La dificultad para la interacción parece darse en diferentes áreas de la vida social. Por ejemplo, una de ellas es la de la búsqueda de pareja, sexo casual o amistad a través de páginas de Internet con versiones gratuitas o pagas (por supuesto, con mayores beneficios).
Aspectos más anodinos también transcurren en la nube. Las compras de ropa, calzado, perfumes, regalos o libros –entre múltiples artículos– pueden darse sin problema en diversas tiendas virtuales. En algunas de ellas, incluso, se puede devolver el artículo si no gusta o no queda, recibiendo otro, sin costo adicional. Entre otras cosas que se pueden comprar en algunos países están las armas de fuego y sus respectivas balas, que llegan al domicilio entregadas por un simpático cartero como en la película “Michael Moore, en que describe cómo unos jóvenes adquieren armamento para desatar una masacre en una escuela.
También se usa Internet para buscar trabajo, pues portales como Linkedin permiten colgar el currículo laboral de las personas y así estar expuestos a escala mundial o local para cuando una empresa busque algún trabajador particular o para que los colegas más cercanos sepan acerca de nuestros cambios de trabajos, ascensos, etc.
Facebook u otras redes han sustituido esos espacios maravillosos que eran las esquinas, puertas de bodegas o cualquier muro callejero del barrio donde los jóvenes se reunían a conversar, enamorarse y crecer juntos.
Cada vez es más usual que mucha gente haga sus transacciones bancarias por Internet, ahorrando mucho tiempo en desplazarse por la congestionada ciudad para realizarlas. Pero, claro, disminuyen las posibilidades de encontrarnos con alguien interesante en una cola, en una librería e, incluso, en el contexto de un pequeño choque vehicular (unos amigos míos se conocieron esperando a sus compañías de seguro vehicular y se casaron).
Podríamos extender la lista de vínculos virtuales que se han desarrollado en los últimos años, resaltar sus beneficios y sus perversiones. Sin embargo, lo que ha causado sorpresa es una noticia periodística que señala que el Mossad –el servicio secreto exterior israelí, considerado uno de los mejores del mundo– esté reclutando agentes a partir de una página web que propone algunas preguntas que se asemejan a las que llenamos en cualquier cuestionario de revistas: ¿Cuántos idiomas habla? ¿Cuántos pasaportes posee? Luego de una serie de preguntas de ese tipo, algunos hombres y mujeres son reclutados a escala mundial para pasar al lado secreto del espionaje. Qué extraño uso de una red vulnerable para contactar espías. Suponemos que luego de engancharse ya no jugarán a ser espías: lo serán.