José Carlos Requena

El presidente cumple un año en el cargo enfrentando su más seria crisis. No es la primera, pero muchos creen ver en ella el episodio terminal de su aún breve mandato. La percepción, finalmente, parece tener mayor asidero, sobre todo por lo que viene desde el frente fiscal. Así que el de hoy podría terminar siendo su mensaje final: una amarga despedida al concluir el año más tóxico de alguna gestión presidencial reciente.

La entrega del ex secretario general de la Presidencia, , con revelaciones que seguirán complicando al mandatario y su entorno más cercano, no hace más que darle el aparente tiro de gracia a una administración que nació convaleciente y optó por persistir en el error, la opacidad y las malas prácticas. Debe recordarse que, en el caso que involucró a los ascensos militares, Pacheco fue el primer eslabón de una cadena de acusaciones de corrupción que con el correr de las semanas va revelando más y más componentes.

Mientras Pacheco habla, la defensa del ex ministro de Transportes y Comunicaciones, , anuncia que su defendido está considerando empezar a colaborar con la justicia. Según dicho anuncio, en un lapso de 20 días Silva podría protagonizar la segunda ola de revelaciones. Silva no fue cualquier ministro: manejó un sector clave por la cantidad de recursos que administra, sin exhibir la menor preparación para el cargo. Y resistió hasta tres presidentes del Consejo de Ministros contando con la bendición presidencial.

En días recientes, nuevos integrantes del entorno familiar del jefe del Estado han entrado a formar parte creciente del grupo de acusados por incurrir en prácticas corruptas. A los antes ubicuos sobrinos, hoy inubicables, se suman los hermanos de la primera dama, como si se quisiera dar una perversa actualización al manido eslogan de campaña: “no más familiares pobres en un país rico”.

En ese contexto, el Congreso ha renovado su liderazgo con una inédita contienda entre cuatro candidaturas. La votación de la segunda vuelta, en la que derrotó a Esdras Medina (por 73 a 52 votos), muestra que el escenario de vacancia parece seguir lejano. También, a un oficialismo disminuido (Héctor Acuña obtuvo 23 votos), aunque con recursos para evitar la votación calificada.

Para el Parlamento, en el que se sigue a la espera de nombres que acrecienten el coro infantil que anunció previamente Karelim López, las acusaciones que involucran al presidente (y las reacciones que suscita, incluyendo la remoción de su sexto ministro del Interior) no merecen suficiente atención para que califiquen como un cuadro de “incapacidad moral permanente”.

Pero lo que traiga la fiscalía seguramente seguirá abonando en lo que parece una escenografía para bajar el telón. Aunque deben corroborarse muchos de los dichos, el ruido originado por las revelaciones resulta crecientemente ensordecedor. El mandatario y su entorno tendrían que mostrar recursos hasta ahora no vistos para cambiar su situación de creciente inviabilidad.

Así, debe verse el Mensaje a la Nación de hoy con atención para ubicar en él recursos que puedan dar luces sobre lo que se viene: alguna señal de polarización contra el Congreso de la que Castillo se beneficie, refugiándose –una vez más– en la victimización; o una sensata admisión del complejo momento que vive, que origine algún anuncio que vaya dando forma a un desenlace (una propuesta de adelanto de elecciones, por ejemplo).

La situación del mandatario, pues, recuerda aquella vieja tonada de Ismael Rivera, que seguramente tenía en mente a un tocayo del mandatario: “Quítate de la vía, Perico / Que ahí viene el tren”. Un tren de revelaciones con muchos vagones.

José Carlos Requena es analista político y socio de la consultora Público

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