Creo que nos equivocamos al escoger la cola del mono Nasca como símbolo de la marca país. Ni siquiera Basadre la pescó cabalmente cuando imaginó al Perú a medio camino entre un problema y una posibilidad. Los peruanos tenemos algo que nos hace especialísimos y que tampoco tiene que ver con los pisos ecológicos o la papa a la huancaína.
El Perú es, en realidad, un trámite. Nuestra marca país debería ser un DNI legalizado. O uno de los numeritos para el orden de llegada que se dispensan en cualquier “plataforma de atención” de la administración pública.
En efecto, todos los peruanos y sus emprendimientos tienen, en cualquier momento dado, un trámite en curso, pendiente, incompleto. Todos andan en el proceso de procurarse una legalización notarial, la copia actualizada de los poderes del gerente o el plano firmado por algún especialista colegiado. No hay peruanidad sin un ‘file’.
Es admirable que a pesar de ello los pronósticos de crecimiento económico sean tan auspiciosos: dice “The Economist” que 6% anual durante varios años. Lo que debe implicar que si desmontáramos una fracción de toda la permisología que tenemos podríamos crecer como la espuma. Toda la pobreza eliminada en media generación.
Por eso sonó como música angelical el anuncio presidencial del año pasado en la reunión de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi) en Lima. En aquella cita, el presidente dijo que una prioridad del gobierno para estimular el desarrollo empresarial sería la construcción de un “observatorio de obstáculos”. Lo único que parecía potable del misterioso plan industrial.
Esta promesa se montaba sobre otros anuncios similares. Desde hace un par de años se oye decir al ministro de Economía que un equipo ad hoc del MEF está trabajando en destrabar barreras a la libre empresa. En su momento él mismo advirtió además de unas multas onerosísimas a los funcionarios que inventen trabas.
Pero todo parece indicar que el observatorio de obstáculos sería en realidad un tremendo telescopio a ser instalado en el Morro Solar, a través del cual el presidente se va a matar de risa mirando a los peruanos luchar contra el Estado.
De la misma manera como se deben reír los funcionarios del Ministerio del Interior (Mininter) de las amenazas del ministro Castilla. Por lo pronto, la Oficina Nacional de Gobierno Interior (Onagi), la misma que exige un trámite cada vez que una empresa quiere hacer un sorteo o una parroquia hacer una rifa, ha decidido poner a prueba sus advertencias.
La Onagi ha interpretado que toda promoción o descuento comercial requiere a partir de este año de un permiso previo, so pena de una multa que puede llegar a 380 mil soles. Póngase sus lentes para que capte bien la idea. Esto quiere decir que si un supermercado hace una oferta de 2 × 1 en coliflores o si rebaja el turrón de Doña Pepa en octubre, necesitará una autorización previa del Mininter.
Ya es bastante surrealista que ese ministerio confiera autorizaciones para sortear dos pollos a la brasa con papas y cremas entre los clientes de El Rancherito Travieso. Que ello se extienda ahora a todas las promociones y descuentos significa llevar la peruanidad al paroxismo.
Agregue usted el detalle de que este es el mismo despacho ministerial encargado de perseguir extorsionadores, desmontar bandas de asaltantes, atrapar sicarios y otras nimiedades semejantes y, con una mano en el corazón, responda con sinceridad: ¿no es el Perú una maravilla que vale la pena descubrir y conocer?