En los últimos días se ha debatido acerca de las posibles rupturas de las bancadas de Peruanos por el Kambio y del Frente Amplio. Incluso se percibe la actitud de Yeni Vilcatoma como el indicio de una probable indisciplina dentro de la sólida bancada fujimorista que podría devenir en su futuro alejamiento. Casi se da por hecho que la mayoría de bancadas están débilmente unidas y las apuestas corren por saber cuál será la que se fracture primero. Y mientras el presidente Pedro Pablo Kuczynski ha descrito a su bancada como esos colegiales que se pelean y luego se amistan, la congresista Marisa Glave ha indicado que en el Frente Amplio hay una crisis de crecimiento.
Desde una posición normativa, la fractura de las bancadas no es algo deseable pues rompe la lógica de representación. Esta perspectiva asume que los congresistas y los partidos que integran cada bancada tienen un pacto programático con los electores. Así, entonces, un congresista que vota en una dirección opuesta a la de su bancada es indisciplinado y ello es un indicador de que no se está respetando el pacto de representación.
La realidad, sin embargo, señala que los congresistas están lejos de tener pactos programáticos con sus electores. Es más, la misma Constitución indica que, una vez electos, los congresistas representan a la nación y no al subgrupo que los eligió en sus respectivas circunscripciones electorales. En algunas votaciones, los congresistas andan atentos a los vaivenes de la opinión pública, pero ese es un grupo indeterminado difícil de representar.
Esta situación origina una tensión en la labor parlamentaria, particularmente al momento de las votaciones. Por un lado, los congresistas pueden ser disciplinados y seguir los mandatos del líder o la lideresa del partido o, por otro, ir en contra de la bancada en ciertas situaciones. En ambos casos pueden estar siguiendo un mandato de conciencia, una corriente de opinión o estar guiándose por un interés puramente particular (como obtener mayor figuración a través de comisiones, más voz en los debates o maximizar su presencia dentro de la organización).
Es así que los votos disidentes nos dan una idea acerca de la disciplina de las bancadas. Por ello, para discutir acerca de posibles fracturas es necesario analizar el comportamiento reciente de los congresistas al momento de las votaciones en el pleno a poco más de un mes de asumir sus funciones.
Es cierto que los cinco congresistas disidentes de la bancada oficialista son un problema para el partido de gobierno. Pero viendo el conjunto de votaciones hasta la fecha, solo en dos ocasiones ha habido disidencias en el comportamiento de la bancada de Peruanos por el Kambio (y antes de la elección del defensor del Pueblo, solo fue el caso de un congresista). Sin embargo, para la bancada de gobierno cualquier disidencia es interpretada como signo de debilidad del Ejecutivo. No vaya a ser que los alumnos indisciplinados se vayan a otro colegio o funden su propia escuela congresal.
La situación del Frente Amplio es aun más precaria en este primer mes. En cinco votaciones han habido disidentes en esta bancada. Dos de estas votaciones fueron de las más importantes de este período legislativo: el voto de confianza al Gabinete Zavala y la elección del defensor del Pueblo. Para el voto de la moción para expresar preocupación acerca de la crisis en Venezuela, en la que la mayoría de la bancada votó en contra, hubo seis abstenciones. Para el Frente Amplio un resquebrajamiento de la bancada debilitaría su posición hacia futuro. Y quizá antes de ir por más es necesario controlar el crecimiento.