Un hombre mayor que actúa y toma decisiones de Estado basado en impulsos infantiles no merece dirigir los destinos de un país. Un dignatario que antepone sus simpatías y antipatías políticas y personales sobre los intereses de su nación no está a la altura del cargo para el que fue elegido. Un político que llama “usurpadores” a quienes le caen mal y pasa por agua tibia los golpes de Estado de sus amigos es cualquier cosa menos un demócrata.
El gobernante mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) reiteró esta semana su posición de no entregar la presidencia pro témpore de la Alianza del Pacífico porque, para él, Dina Boluarte no es “legal ni legítimamente” presidenta del Perú. Además de seguir politizando un mecanismo comercial y económico, continuó embistiendo con su antojadiza interpretación jurídica de lo que realmente ocurrió el 7 de diciembre del 2022.
“Los voy a acusar con su mamá” fue la célebre frase que hace cuatro años dirigió AMLO a un grupo de manifestantes encapuchados que se infiltraban para generar el caos en las marchas en su país. No sabemos si tan intimidante exhortación tuvo efecto entre los violentistas y los llevó a la reflexión. Pero lo cierto es que hoy López Obrador ya no solo se conforma con citar a Quico, sino que también se comporta como él. El presidente mexicano cree que la Alianza del Pacífico es su pelota cuadrada. Si no le simpatizas, no te la presta.
Los berrinches de AMLO han puesto en riesgo nuestras siempre amistosas relaciones con México. Ya no solo en el nivel diplomático, luego del retiro de los embajadores de ambos países en febrero pasado, sino ahora también en el plano económico. Como ha señalado a El Comercio la diputada mexicana Marcela Guerra, esta situación puede tener consecuencias negativas para “la prosperidad compartida”.
Al más fiel estilo de Hugo Chávez, que tenía un programa semanal llamado “Aló presidente” con el que torturaba al pueblo venezolano hablando durante seis horas seguidas, AMLO arruina las mañanas mexicanas con sus conferencias de prensa diarias. En estos espacios de propaganda, el presidente da rienda suelta a sus odios y arremete contra rivales políticos y medios de comunicación que le son incómodos.
Según un estudio realizado por la consultora mexicana SPIN-Taller de Comunicación Política, en lo que va de su gobierno, López Obrador ha dicho más de 100 mil mentiras en sus conferencias de prensa, conocidas en su país como ‘Las mañaneras’. En promedio, son más de 100 falsedades las que lanza en cada presentación.
Aunque el estudio no lo precisa, una de esas mentiras recurrentes es la que involucra a su amigo peruano. En su reciente intervención, AMLO dijo que Pedro Castillo está preso, no por golpista ni corrupto, sino “por ser una gente humilde, un maestro serrano del Perú”. Poniendo en evidencia además su desconocimiento del principio de independencia de poderes, López Obrador exigió a Boluarte que saque de la cárcel a su protegido y que le “deje la presidencia”.
Hace unos días, un incondicional admirador peruano de AMLO con antecedentes xenófobos y homofóbicos apareció de manera sorpresiva en una de ‘Las mañaneras’. Luego de expresarle con melosos elogios su más rendida admiración, le pidió que postulase a la reelección, un hecho que está prohibido por la Constitución mexicana. López Obrador contestó invocando al principio de la no reelección y asegurando que al terminar su mandato de seis años dejará el poder. Como en su boca lo cierto se hace dudoso, solo el tiempo dirá si su respuesta fue sincera o pasará a engrosar la lista de sus más de 100 mil mentiras.