Es difícil hacer predicciones, sobre todo (como dice un viejo chiste) tratándose del futuro. Y más difícil aun, por paradójico que parezca, es hacer predicciones a corto plazo que a largo. Las proyecciones económicas son básicamente una extrapolación de tendencias recientes, condimentada con el posible efecto de uno que otro evento –la apertura de una nueva mina, el fenómeno de El Niño, etc.– que se piensa que puede tener un impacto importante. Lo que no tienen cómo incorporar es la miríada de eventos –oportunidades que aparecen o se escapan, decisiones correctas o incorrectas– poco significativos individualmente, pero que en conjunto pueden alterar el resultado, a veces en un sentido, a veces en otro. A largo plazo, esos efectos se cancelan, y por eso es más fácil predecir el crecimiento promedio de los próximos años que el crecimiento puntual para el año en curso.
Entre el 2001 y el 2013, el Perú creció a una tasa anual de 6% en promedio. En 12 años, eso significa duplicar el tamaño de la economía. Un crecimiento alto y sostenido como ese no es un fenómeno usual en el mundo. No debe de haber más de una treintena de casos similares en el último medio siglo. Ahora el crecimiento se ha desacelerado, y la pregunta es si estamos en una pausa o un estancamiento.
Como en el 2009, cuando tuvimos también una desaceleración –más pronunciada, pero no tan duradera como la actual–, la causa próxima parecería ser una caída de la inversión. La mayoría de economistas atribuye esa caída a una pérdida de confianza. Nosotros creemos, más bien, que se trata de un caso de “regresión a la media”. En efecto, en los últimos años la inversión había alcanzado el 25% y el 30% del producto bruto interno (PBI), niveles nunca antes vistos en el país. El promedio histórico es 17%.
Ninguna familia invierte el 30% de sus ingresos año tras año, indefinidamente. Es previsible, por tanto, que la inversión crezca en adelante más moderadamente que como lo venía haciendo. Pero de que volverá a crecer no cabe ninguna duda.
Pero ¿cómo va a crecer la inversión si los precios de los minerales no suben?; ¿si las regiones no ejecutan sus presupuestos?; ¿si las exportaciones se caen? Volverá a crecer porque la gente no se queda cruzada de brazos. Mientras este columnista teclea, hay miles de emprendedores y potenciales emprendedores pensando, la desaceleración no obstante, qué negocios pueden hacer. Con el tiempo irán apareciendo las ideas y las ideas transformándose en realidad. Así es como crece una economía, no como resultado mecánico de las estadísticas del último mes.
Salvo que ocurra una catástrofe política, el ambiente que ha propiciado la iniciativa empresarial desde la década de 1990 seguirá en pie en lo que queda, y más allá, del presente período presidencial. Ojalá que en el siguiente se pueda hacer una reforma laboral, que implicaría, si es que ha de servir de algo, una limitación de los llamados “derechos” laborales; una simplificación de trámites que abra las puertas de la formalidad a las nuevas empresas; una unificación o, mejor aún, eliminación de los aranceles para terminar de abrirnos a la competencia internacional. Son estas medidas que favorecerían la eficiencia de la economía. Si fuera mucho pedir, podemos contentarnos con que no sigan multiplicándose las regulaciones ni creándose superintendencias de todo.