En épocas pasadas, la procesión del Corpus Christi solía acompañarse de gigantes que medían unos tres metros; la boca del hombre que sostenía la parte superior del cuerpo del referido muñeco quedaba a la altura de la bragueta de su pantalón. Hablar por la bragueta se entendía —y se entiende todavía en el Perú y en otros países de América— como ‘hablar sin ton ni son’, ‘hablar irresponsablemente de lo que no se conoce’ (El Comercio, Lima, 23/1/2008)
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