El ministro Urresti ha dado señales de un elogiable viraje hacia una actuación pública más concertadora y razonable.
Un primer signo fueron las disculpas que, tras ser resondrado por la primera ministra Jara, le pidió a un periodista con quien tuvo un altercado. Si bien se rumorea que, de ascender Urresti políticamente, la ministra Jara pasaría el resto de sus días haciendo ranitas en la comisaría de Ticlio, se debe aplaudir el inédito mea culpa del ministro.
Otro ejemplo es la nueva política de moderación en las Urresti-cifras. Así, pues, en una reciente aparición, el ministro prometió entregar un modesto pero creíble número de 21 camionetas a comisarías rurales, cuando al Urresti de agosto quizá se le chispoteaban algunos ceros y, en el fragor popular, se lanzaba con, digamos, unas 21.000 camionetas.
La próxima valla para Urresti es una posible interpelación, pero no hay porque preocuparse. Primero, el ministro ha aclarado que las preguntas del Parlamento ya fueron respondidas “mil veces” (por su historial matemático, entendemos que en realidad lo habrían sido una o quizá dos veces). Más importante aún, se espera que el Congreso aplique la estrategia Mayorga y fije la sesión para media tarde de un viernes. Y cuando la hora de la siesta acecha, es fácil predecir el resultado: otorongo en reposo no hará quórum, así tenga a Robocop en el fórum.