Sosiego sin par ha causado en el pueblo peruano saber que el futuro moral del país –y la valuada paz mental del ministro Urresti– están en buenas manos. No tenemos razones por las que creer que desde Bolivia no se tomará la mejor decisión posible sobre el retorno de Belaunde Lossio. Después de todo, estamos a merced de la decisión de un país liderado por un bolivariano: nada más y nada menos que Evo Morales.
Si bien tuve primero mis dudas, fue viendo las más recientes acciones del presidente altiplánico que, poco a poco, pude respirar con calma, convencido de que para el fin de semana Belaunde Lossio ya estará de regreso en su tierra natal. Morales ha mostrado ser un hombre de conciencia y principios: por dar un ejemplo, a fines del 2014 decidió ratificar al ministro de Salud que reveló que un juez boliviano padece de sida. Aunque para algunos esta infidencia violaba la ley que protege a las personas con la enfermedad, con su defensa al ministro, Morales mostró capacidad para no amilanarse y seguir su corazón, los rasgos claves del estadista. Si bien, como admitió el presidente, quizá el ministro “no toma en cuenta algunas normas legales”, todo fue para un bien mayor (proteger al personal de salud del inminente contagio).
Sin embargo, la señal máxima de buen augurio me llegó cuando vimos la capacidad infinita del presidente de hablar con la verdad, como quien blande un escalpelo con la lengua. ¿Qué mayor pericia de pensamiento, palabra, obra y omisión que, evitando hablar del pedido de refugio que Bolivia recibió, decirle al mundo entero el 31 de diciembre que no había recibido ningún pedido de asilo de parte de Belaunde Lossio? Pues claro, como entendemos no solo los abogados, refugio y asilo no son ni de cerca sinónimos.