Ahora que el Ministerio Público ha recibido un testimonio abrumador sobre el funcionamiento de redes de corrupción con base en la Presidencia de la República, teniendo como operadores a ministros de Estado y como beneficiarios a empresarios, clanes y hasta parlamentarios de oposición, es propicio mencionar una entrevista confidencial que sostuve con un prominente miembro del primer Gabinete de Pedro Castillo. Transcurría noviembre del 2021. Petro-Perú había despedido a más de 15 ejecutivos, reemplazándolos por personas sin mayor calificación. El gerente general, Hugo Chávez, era hombre del presidente. Pregunté qué deseaba el grupo que dominaba Petro-Perú.
–Robar –dijo–. Hará dinero con las compras de combustible.
Luego aclaró que Petro-Perú no era controlado por el partido Perú Libre sino por Palacio de Gobierno.
Por entonces se ignoraba que Pedro Castillo recibió al empresario Samir Abudayeh antes de que ganara una licitación de Petro-Perú por US$74 millones. El escándalo estalló en diciembre, gracias a un reportaje de “Panorama”. Hasta esa coyuntura el Gobierno ostentaba fama de inepto, pero no de corrupto. Es remarcable, por ello, tan rotunda, premonitoria certeza de que la corrupción era inminente.
Tuve otra experiencia parecida. Hace unas semanas, procurando desarrollar temas para esta columna, logré que Iván Merino, a cargo del Ministerio de Energía y Minas (Minem) en el primer Gabinete de Pedro Castillo, aceptara conversar conmigo. Yo quería confirmar si era cierto que el 7 de octubre, el día que Mirtha Vásquez juró al frente del segundo Gabinete, él acudió a la ceremonia porque le indicaron que continuaría como ministro. Allí se enteró de que no era así. Merino confirmó esta versión.
Existían motivos para presumir su continuidad. Sin militancia en Perú Libre, había apoyado la campaña electoral de Castillo desde que sus preferencias no superaban el 1%. Tras la victoria, el grupo ganador discutió en su oficina la composición del primer Gabinete. Escribió el discurso que el presidente leyó el día en que tomó el mando. Ante todo, conocía el sector minero.
–¿Y por qué no juró? –
–Porque no acepto cutras –dijo.
Otra vez la misma certeza. En la reunión Merino hablaba bajo reserva, pero después aceptó ser citado. Su versión es una deprimente demostración de la forma en que el Perú llegó a ser administrado.
El día de la juramentación, al llegar a Palacio de Gobierno, se topó con el secretario de la presidencia, el inescrupuloso Bruno Pacheco. Hay testigos de aquel encuentro. Pacheco le preguntó si el tema de Hugo Chávez estaba resuelto. Chávez ya era miembro del directorio de Petro-Perú, como había querido el presidente, pero este ahora deseaba nombrarlo gerente general, algo inadmisible para el ministro de Energía y Minas.
Merino tampoco había querido a Chávez como director de la empresa. El directorio de Petro-Perú es designado por una junta general de accionistas, con tres asientos del Minem: ministro, viceministro de Hidrocarburos, secretario general; y dos del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF): ministro y viceministro de Hacienda. Cada miembro representa el 20% del accionariado. El 15 de setiembre, cuando eligieron al directorio, Iván Merino aún era titular del Minem y Pedro Francke del MEF.
Merino aceptó a Chávez como director porque de los cinco miembros por elegir (hay un sexto que representa a los trabajadores) colocó a tres tecnócratas que cree honestos: Mario Contreras, quien presidiría el directorio; Rafael Zoeger, expresidente de Petro-Perú; y Carlos Palacios, asesor de Osinergmin. Sostiene no haber propuesto a los otros dos elegidos: Hugo Chávez y el político Juan Pari. Una fuente allegada a la delegación del MEF –cuyos miembros prefirieron no declarar– dijo que estos tuvieron un voto pasivo, “porque el liderazgo en la junta de accionistas lo tiene el Minem”. El acta de la junta dice que el Minem hizo las propuestas. Cuando, finalmente, se llegó a un consenso sobre los directores, aún faltaba nombrar al gerente general, lo que dio lugar a una discusión mayor, de varias semanas. En ese lapso, Castillo presionó para que Chávez fuera designado.
Aunque los miembros de la junta de accionistas no eligen al gerente general –solo los directores–, el aval del jefe del Minem cuenta. El intermediario para convencer a Merino fue Bruno Pacheco, pero el ministro no lo recibió. Tampoco quiso reunirse con Chávez cuando se lo enviaron al ministerio. Hizo que lo entrevistaran sus asesores. Confirmó que no era competente para el cargo.
–Yo le dije a Castillo, delante de Francke, que Hugo Chávez no debía ser nombrado gerente general de Petro-Perú –dice Merino.
Por eso, cuando Pacheco le preguntó por Chávez, el día de la juramentación de Mirtha Vásquez, Merino respondió que jamás sería gerente general bajo su gestión. Pacheco repuso que se atuviera a las consecuencias. Así perdió el puesto.
En los treinta minutos siguientes, Castillo halló al reemplazo: Eduardo González Toro, un irrelevante asesor de la PCM. El nombramiento de Hugo Chávez como gerente general ocurrió el 8 de octubre, al día siguiente de la juramentación. Retuvo su cargo como director, algo impropio, pues las normas de Petro-Perú solo abren la posibilidad de dar poderes ejecutivos al presidente. Luego se produjeron las maniobras para que la empresa HPO ganara la licitación del biodiésel, las visitas impropias, la definición de la buena pro, el 25 de octubre.
Cuando el escándalo estalló, el directorio mantuvo a Chávez en el mando. No sorprende que la fiscal Norah Córdova, a cargo de las investigaciones, haya descubierto indicios de sustracción de pruebas. Y se ha llegado al extremo de que la contraloría denuncia a Chávez por obstaculizar, mediante amenazas, el trabajo de sus delegados en la empresa.
Tras el destape periodístico, las alarmas se prendieron en el MEF. El 23 de diciembre, el ministro Pedro Francke le escribió una carta al titular del Minem, Eduardo González Toro, pidiéndole que convocara una junta de accionistas para que el directorio rindiera explicaciones. Ese mismo día, Petro-Perú anuló la licitación, pero el Minem no organizó ninguna reunión. El 18 de enero, Francke envió una segunda carta destacando que su pedido de junta de accionistas era urgente. Hasta ahora nada: el Minem se zurró en el MEF. Las cartas sobre este episodio están siendo divulgadas por el Centro Liber, un grupo de apoyo a periodistas que solicitan información pública al Estado.
–El desacato del Minem es inaceptable e ilegal –comentó el episodio un exministro de Economía.
Viendo los hechos en retrospectiva, Merino intuyó que Petro-Perú sería un botín cuyo aprovechamiento ocurriría bajo su beneplácito, y prefirió hacerse botar. Los del MEF quizá tenían otras peleas o prioridades. Probablemente, el MEF y el Minem desconocían que el dueño de la clínica La Luz, Fermín SiIva, chotano e íntimo de Pedro Castillo, era el hombre detrás de los cambios en la empresa, siempre avalado por el presidente, según los novísimos testimonios en poder del Ministerio Público.
¿Cuál es la moraleja del Caso Petro-Perú? Era posible identificar riesgos de corrupción. La dirigencia de Perú Libre y el primer ministro de Energía y Minas adquirieron certeza de que eso ocurriría en la petrolera estatal. No hubo tolerancia cero sino complicidad, especialmente en el directorio y la conducción del Minem a partir del segundo Gabinete. En un gobierno capturado por la corrupción como el de Pedro Castillo, donde la resistencia es castigada con el despido, el apartamiento y la denuncia es el mejor camino, sobre todo ahora que el régimen ingresó en una fase de descomposición. ¿Habrá algún ministro o ministra capaz de renunciar luego de las últimas revelaciones? Es inevitable pensar en personas con trayectoria destacada, como Diana Miloslavich, Modesto Montoya o César Landa.
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