Cuando se estudia superficialmente el problema de la libertad, se halla que todo gobierno es malo; y el que no profundiza más, se vuelve anarquista. Si la filosofía prosigue su obra, acabará por descubrir la fatalidad inevitable de las instituciones; y esa condición de ser fatal la llevará a convenir en que todo gobierno es bueno… Sucede con esto lo mismo que con la idea de la muerte. El vulgo la concibe amilanado, porque en su espíritu superficial brota siempre una vaga esperanza de no morir. De aquí el éxito de los charlatanes que pregonan panaceas.