Editorial El Comercio

Hasta hace unas semanas, la postura del Gobierno respecto de la posibilidad de aumentar la , que desde el 2022 se encuentra fijada en S/1.025, parecía bastante clara: que esta no empezaría a discutirse mientras la economía no se recuperase. Así lo dijo, por ejemplo, el ministro de Economía y Finanzas, , a mediados de enero (“sin crecimiento no puede haber ajustes en estas variables; lo que esperamos es que cuando la economía empiece a crecer nuevamente […] se pueda, a través del consenso, llegar a una solución”) y así lo dijo, también, el ministro de Trabajo y Promoción del Empleo, , por esos días (“en momentos de recesión es complicado incrementar el sueldo mínimo, porque el sueldo mínimo, básicamente, afecta a las microempresas”).

Esta semana, sin embargo, las cosas parecen haber cambiado sustancialmente (no en cuanto a la realidad económica del país, vale decir, sino en lo que respecta al discurso del Ejecutivo) y el miércoles el mismo Maurate aseguró ante la prensa que “hay un compromiso presidencial para incrementar el sueldo mínimo vital, […] el panorama es muy favorable para este año. De acuerdo con los indicadores, la economía va a mejorar y, en consecuencia, se va a dar el escenario para poder discutir el incremento del sueldo mínimo”. Y luego, consultado por la prensa sobre cuándo se analizaría dicha posibilidad, remarcó: “El escenario del debate es el Consejo Nacional del Trabajo (CNT) y nosotros ya hemos comenzado las reuniones, hemos tenido ya nuestra reunión, […] ya tenemos agenda, pero todavía no hemos agendado el incremento del sueldo mínimo”. Remató mencionando que “ojalá podamos ya para el 28 de julio tener ese anuncio”.

Todos esperamos que a la economía peruana le vaya bien este 2024 y, ciertamente, hay razones para ser optimistas. Pero no olvidemos que apenas el año pasado, a estas alturas, se esperaba un crecimiento mucho mayor (de 3,1%, según el MEF) del que finalmente habríamos tenido (de -0,5%, según el BCR), por lo que generar expectativas ancladas en mejoras que todavía no se concretan es cuando menos irresponsable. Además, en reiteradas ocasiones el Gobierno ha sido insistente en mencionar que cualquier incremento de la RMV debe decidirse en el CNT, y ahora el ministro Maurate parece tener ya una conclusión tomada antes incluso de que el tema se debata en dicho foro. Un foro que, según han contado algunos de sus integrantes como la Sociedad Nacional de Industrias o la Central Única de Trabajadores, recién está comenzando a reinstalarse.

Por otro lado, el análisis que se haga al respecto no debería depender solamente de si la economía crece, pues hay otras variables en juego. Como ha mencionado el Instituto Peruano de Economía (IPE) el último fin de semana en este Diario, un alza del salario mínimo hoy solo beneficiaría al 2% de los trabajadores del país, mientras que, en el otro extremo, podría empujar a más peruanos a la informalidad. Esto, además, en un contexto en el que los empleos que se han ido recuperando después de la pandemia son precisamente de poca calidad y, por lo mismo, más vulnerables.

Lo ideal sería que cualquier alza del sueldo mínimo respondiese a criterios técnicos previamente fijados, que le den predictibilidad al empresario y que eviten que sea instrumentalizada por los gobiernos para fines políticos. No es una coincidencia que, de los 13 aumentos decretados en los últimos 20 años, 11 se dieron en períodos electorales o de baja aprobación presidencial, según el IPE. Por lo que no sorprendería que, en momentos en los que la popularidad de la presidenta se encuentra en mínimos históricos (cerró el año pasado , según la encuesta de Datum Internacional para El Comercio), el Gobierno apelara a la RMV para arañar algunos puntos.

Así, pues, parecería que el ministro Maurate estuviese buscando el alza, más que del sueldo mínimo, de la popularidad de la gestión de la que él forma parte.

Editorial de El Comercio

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