Ayer, la Corte Suprema eligió de manera unánime a Roberto Burneo Bermejo como su representante ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), lo que lo convertirá, en consecuencia, en el próximo titular del organismo electoral que preside el magistrado Jorge Luis Salas Arenas hasta el 21 de noviembre. El período de Burneo es por cuatro años, lo que significa que tendrá entre manos la responsabilidad de las elecciones del 2026, que ya se avizoran como unas particularmente complejas.
Complejas por la situación política que atraviesa el país (recordemos que los dos últimos presidentes elegidos en las urnas, Pedro Pablo Kuczynski y Pedro Castillo, no culminaron sus mandatos; igual que un vicepresidente, Martín Vizcarra), pero también porque en dos años los peruanos acudiremos a las urnas para elegir no solo a los integrantes del Poder Ejecutivo y Legislativo, sino también a nuestras autoridades regionales y locales. En otras palabras, Burneo será el titular del JNE el año en el que el tablero político nacional, regional y local se reseteará en el Perú, por lo que la institución tendrá una tarea bastante demandante.
A todo este cuadro, además, hay que sumarle dos elementos de consideración. El primero es la gran cantidad de partidos políticos que quedarían expeditos para participar en dichos comicios. Hasta ayer, este Diario reportaba que ya eran 37 los que habían alcanzado la inscripción. Y aún existen otros 30 en camino de lograrla. La atomización del voto podría llevar a que el pase a la segunda vuelta de los candidatos se defina por un porcentaje muy pequeño de votos, lo que pondrá la vista en los ojos del JNE.
Y aquí es donde entra en juego el segundo de los elementos: la confianza en el organismo electoral. Dos meses atrás, una encuesta de Datum para este Diario encontró que aproximadamente dos de cada tres peruanos desconfían de la transparencia de los organismos electorales para llevar a cabo los comicios generales. Una cifra pesada que la gestión de Burneo heredará de su antecesor y que debería enfocarse en corregir cuando resta menos de un año y medio para las próximas elecciones.
Como hemos dicho anteriormente, la confianza electoral no es un tema accesorio. Las democracias precisan que sus ciudadanos tengan la plena seguridad de que los procesos electorales se llevan a cabo de manera transparente y sin ningún tipo de distorsión. Esa es la tarea prioritaria del próximo titular del JNE.