El fin de semana que pasó, en Fuerza Popular dejaron de jugar a la intriga a propósito de la posibilidad de que el expresidente Alberto Fujimori sea la carta con la que tentarían el poder en el 2026, más allá de los problemas legales que podrían frustrar un plan así. Desde que el antiguo gobernante dejó su encierro en el penal de Barbadillo, a consecuencia de la reactivación del indulto que le concediera años atrás Pedro Pablo Kuczynski, el discurso oficial en la tienda naranja sostenía, en efecto, que, si bien la postulación del ingeniero no se podía descartar, por el momento cualquier anuncio en ese sentido sería prematuro. La salud del exmandatario, decían, era la prioridad para su familia y para él mismo, y el asunto ya se vería cuando las circunstancias que debían enmarcar una decisión como esa hubiesen madurado.
Como es obvio, en los últimos días tales circunstancias no han variado un ápice. Al contrario, la situación se tornó más difícil para el exjefe del Estado cuando, a raíz de una caída, se rompió la cadera. La operación a la que lo sometieron poco después ha sido considerada exitosa por su entorno, pero nadie puede ignorar que hablamos de un hombre de 85 años que enfrenta un tratamiento de cáncer y que padece también fibrilación auricular. La campaña, además, recién empezaría en un año y tendría su momento más intenso varios meses después. En el fujimorismo, no obstante, han resuelto de pronto ignorar todo eso y pasar a la ofensiva: en buena cuenta, han proclamado la candidatura del patriarca de la familia. Keiko, en particular, ha escrito en las redes sociales: “Mi padre y yo hemos conversado y decidido juntos que él será el candidato presidencial” al tiempo de vaticinar que “llegará a la segunda vuelta”.
¿Qué fue de las salvedades relacionadas con la salud del hipotético postulante que hasta hace poco parecían preocupar a los voceros del fujimorismo? Pues darían la impresión de haber desaparecido por razones que no quedan claras.
Los inconvenientes relacionados con la salud del exgobernante, sin embargo, no son los únicos que hacen sus aspiraciones inviables. Como mencionábamos antes, existen también impedimentos legales que han sido recordados en estos meses por destacados juristas que, sin ser fujimoristas, tampoco son lo contrario. Nos referimos a constitucionalistas como Ernesto Blume (extitular del Tribunal Constitucional), Aníbal Quiroga y Enrique Ghersi, por enumerar solo unos cuantos. Así, mientras Blume y Quiroga han destacado que si bien el indulto que recibió Fujimori lo eximió de terminar de cumplir su condena en prisión, este no borró su condición de condenado que sigue vigente; Ghersi ha incidido en que el expresidente no puede postular mientras no pague los S/57 millones que adeuda de reparación civil.
Por supuesto, es previsible que, de insistir Fuerza Popular en el empeño, la materia tendrá que ser ventilada ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), pero todo hace pensar que los fujimoristas no conseguirán en ese foro el resultado que desean. No se puede descartar, por otra parte, que estemos ante una jugada para reagrupar a las facciones del fujimorismo detrás de una nueva postulación de Keiko, una vez que las autoridades electorales desestimen los afanes del exmandatario. Pero también en un escenario así se distingue un problema. La sensación de que se estaría usando políticamente a un hombre de edad avanzada y enfermo. Nadie que esté realmente en el grave trance que se mostraba en fotografías y reportes desde Barbadillo despierta de pronto un día con las energías necesarias para enfrentar el tren agotador de una campaña presidencial.
Fujimori no debería ni siquiera intentar postular y los primeros en enterarse de ello tendrían que ser sus parientes y partidarios.