La semana pasada se realizó en Ecuador la octava cumbre de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Ernesto Samper, ex presidente de Colombia y actual secretario general de dicho organismo, se mostró muy decidido en relanzar las políticas de integración que parecían estar quedando en el tintero y presentó una nueva propuesta: crear un pasaporte único sudamericano que permita que los 400 millones de habitantes de la región puedan circular libremente y que, además, tengan el derecho de quedarse a trabajar.
Si bien el anuncio fue aplaudido por mandatarios, delegados y asistentes allí reunidos, esta iniciativa no sería tarea fácil. La pregunta de fondo que todos nos hacemos es: ¿Hasta qué punto la tan deseada libre circulación de profesionales en la región puede concretarse en el mediano plazo?
Basta con revisar los tratamientos que actualmente se le da a los extranjeros que requieran trabajar en países de la Unasur para que uno se dé cuenta de los grandes retos que tiene por delante esta iniciativa. Sin ir muy lejos analicemos el caso del Perú.
En nuestro país se mantiene una regulación de hace más de dos décadas que establece, por regla general, una serie de absurdas y engorrosas exigencias legales que desincentivan la libre contratación de profesionales y técnicos extranjeros. Así, por citar algunos ejemplos, los empleados extranjeros no pueden representar más del 20% del total de la planilla, y el monto de su remuneración no debe ser mayor que el 30% del total de sueldos y salarios. Asimismo, nuestra legislación establece que, cuando se contrata a un extranjero, el empleador debe capacitar al personal nacional en las mismas funciones que desempeñe el primero, lo que representa un costo adicional para el empleador. Por si esto fuera poco, la regulación de la Superintendencia Nacional de Migraciones establece procedimientos sumamente dificultosos y complicados para solicitar permisos de trabajo para extranjeros.
La única explicación para este tipo de limitaciones para la contratación de personal extranjero sería el proteccionismo que venimos arrastrando desde la década de 1970 y que se basa en el miedo injustificado de que los extranjeros les quiten trabajo a los locales.
Sin embargo, lo cierto es que las empresas contratan personal de fuera fundamental porque no encuentra el talento o ‘expertise’ que requiere para una determinada posición. Este es el caso, por ejemplo, de la falta de pilotos en la industria aerocomercial y de ingenieros petroquímicos en el sector hidrocarburos.
Y es precisamente el hecho de que las empresas puedan encontrar a gente capacitada lo que beneficia a todos los peruanos (o demás países). En pocas palabras, con mejor personal, las empresas tienen mayores posibilidades de incrementar su productividad y así apuntalar el crecimiento de los países.
En tal sentido, la iniciativa de la Unasur, en papel, parece tener muchos beneficios. No obstante, a poco se llegará si países como Venezuela o Ecuador insisten con una retórica proteccionista o sigan limitando el número de periodistas que puedan entrar a trabajar a su país. ¿Hasta qué punto Nicolás Maduro o Rafael Correa estarían de acuerdo con implementar a cabalidad iniciativas como la de Samper? ¿Acaso Brasil dejará su política proteccionista de un día para otro?
Para que los países sudamericanos sean más competitivos y productivos y puedan crecer de manera sostenida, es necesario desterrar este tipo de anticuados conceptos.
Una forma de empezar con estos cambios es –como lo propone Samper– llegando a acuerdos regionales en el marco de la Unasur. Pero lo cierto es que sería mucho más ágil que los países empiecen a liberalizar de manera unilateral sus mercados laborales para dar paso a una verdadera integración, de adentro hacia afuera.