Ayer, el Gobierno reconoció que la nueva variante del coronavirus que prendió las alarmas en el Reino Unido a mediados de diciembre ya está en nuestro país. El hecho de que la noticia estalle dos días después de que el presidente Francisco Sagasti anunciase que el país concretó acuerdos para adquirir más de 50 millones de dosis de vacunas con dos laboratorios es un recordatorio de que el virus va por delante de nosotros en muchos aspectos y de que su embestida se encuentra todavía lejos de terminar.
“Se trata de una ciudadana peruana residente en el Perú y que ha estado, en los días previos a la Navidad, en una reunión familiar”, detalló sobre el caso la ministra de Salud, Pilar Mazzetti, en una conferencia con medios de prensa. “Se ha procedido a hacer el estudio de todas las personas que estuvieron presentes en la reunión familiar. Estamos teniendo casos positivos”, explicó y advirtió que “hemos encontrado el virus ayer [por el jueves] en la tarde. ¿Cuándo llegó al Perú? No hay cómo saberlo”.
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Siguiendo el hilo que dejó la ministra Mazzetti en la última declaración que resaltamos aquí, no resulta descabellado pensar que la nueva variante del SARS-CoV-2 se encuentra en nuestro país desde hace algunas semanas y que el caso reportado hace dos días no será el último que se conozca. Y aunque el término ‘virus mutante’ pueda escarapelarles la piel a varios, hay que tener en cuenta dos cosas.
Lo primero es que, como anotó la ministra Mazzetti, “esta es una amenaza que tenemos que tomar en serio”. De las pocas certezas que tenemos sobre la nueva variante detectada por primera vez en el Reino Unido en setiembre (hasta ahora se han realizado algunos estudios preliminares con los que todavía la ciencia no puede sacar conclusiones definitivas), parece que esta no es más letal ni produce síntomas más agudos que las versiones que ya conocemos.
Lo que sí ha despertado la inquietud de la comunidad científica es que parece contagiarse bastante más rápido que las versiones del coronavirus que conocíamos hasta ahora. Según un estudio realizado por el Imperial College de Londres, por ejemplo, la capacidad de contagio de esta variante sería entre un 50% y un 75% mayor. O, en palabras del viceministro de Salud Pública, Luis Suárez, “si en una reunión de personas uno contagiaba a dos o tres; ahora va a contagiar a cinco, seis o siete”.
Como es evidente, un aumento rápido en los contagios podría poner en aprietos a un sistema de salud tan limitado como el nuestro, y volver a reproducir esas escenas de camas UCI abarrotadas y centros de salud rebasados por la pandemia que vimos demasiadas veces el año pasado.
Es aquí donde entra a tallar lo segundo que hay que tener en cuenta. Aunque esta sea una nueva variante, las medidas para hacerle frente siguen siendo las mismas que todos conocemos: el uso correcto de la mascarilla, el lavado constante de manos, el distanciamiento social, el quedarnos en casa todo el tiempo que podamos y el evitar aglomeraciones cuando tengamos que salir a la calle. Bien vista, esta puede ser una buena oportunidad para que el Ejecutivo despliegue una campaña de comunicación que retome estos conceptos que, a estas alturas, podrían parecer anacrónicos para algunos.
Según explicó la ministra Mazzetti, además, la mutación no afecta ni las vacunas que se han desarrollado (ni, por ende, aquellas negociadas por el Ejecutivo), “ni la capacidad de las pruebas PCR y antigénicas para detectar el virus”, por lo que esta no debería mandar al traste las operaciones de rastreo ni de vigilancia epidemiológica del Gobierno.
Al final, sin embargo, lo que debemos hacer con esta variante del virus es lo mismo que debimos hacer con la anterior: evitar propagarla nosotros mismos. Y ya sabemos lo que puede ocurrir si fallamos en la tarea.
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