Ayer, la Procuraduría Pública Especializada en Delitos de Corrupción, a cargo del procurador Amado Enco, solicitó a la fiscalía que tome la declaración en calidad de testigo del presidente Martín Vizcarra en el caso de los sustanciosos contratos que consiguió el artista Richard Cisneros (Richard Swing) con el Ministerio de Cultura.
Según se puede entrever en el oficio de Enco –en el que también pide que se tomen las declaraciones de otros altos funcionarios y exfuncionarios–, hace falta averiguar cómo el apoyo brindado por Swing durante la última campaña de Pedro Pablo Kuczynski (en la que el hoy presidente se desempeñó como jefe) le permitió a aquel tener “participación en algún nivel de gobierno” prestando servicios “sin contar con la experiencia necesaria ni […] cumplir el perfil requerido”.
Ayer, además, este Diario informó que el señor Swing había tenido reuniones con dos ministros de Cultura. La primera de ellas, en el 2017, con el entonces ministro Salvador del Solar. Y la segunda, en el 2018, con la entonces titular de Cultura, Patricia Balbuena. Es particularmente revelador lo que ha declarado Del Solar al respecto. “Si no recuerdo mal, estuvo pidiendo una cita para exponer un proyecto artístico, señalando que había apoyado en la campaña [del 2016]”, narró.
Estos últimos elementos vienen a acoplarse con muchos otros que, en los últimos días, han comenzado a dibujar un panorama nada favorable para el mandatario. Recapitulemos.
Hace dos semanas, un programa de espectáculos destapó que el Ministerio de Cultura había contratado al señor Swing para que realizara “actividades motivacionales” para su personal en el estado de emergencia. Swing cobró S/30.000 por este trabajo. Y la circunstancia de que, una vez que la contratación se hizo pública, el ministerio la dejó sin efecto no hizo más que avivar la suspicacia.
Pero el nexo laboral de Swing no se agotaba allí. Entre julio del 2018 y febrero último fue contratado por el Ministerio de Cultura en otras ocho oportunidades para brindar servicios por montos que, sumados al último de ellos, sobrepasan los S/175.000.
Todos estos contratos se dieron durante la presidencia de Vizcarra y el hecho de que Swing se mantuviese en el sector Cultura a pesar de cinco recambios ministeriales permite sospechar que su ‘suerte’ no estaba enlazada a ningún ministro en particular, sino más bien a alguien por encima de aquellos.
Consultado al respecto, el presidente ha afirmado que, “como muchas personas del entorno de la campaña electoral [del 2016], él colaboraba y participaba de ella y de ahí seguramente esa relación ha permitido que también tenga una participación en algún nivel de gobierno”.
Algo que han confirmado otros exintegrantes del equipo de campaña de PPK, tanto consultados por este Diario como de manera pública en otros medios, pero que –además– han resaltado la particularidad de que el artista entró a formar parte del elenco electoral gracias al hoy mandatario. Y da la casualidad de que Swing –hasta donde sabemos– no consiguió ningún contrato durante la presidencia de PPK, pese a haberlo intentado (como ha contado Del Solar), y solo logró engancharse una vez que Vizcarra ascendió a la jefatura de Gobierno.
¿Hasta dónde llega, pues, el hilo del ‘carrete Swing’ que, mientras más se jala de este, más cosas saca a flote? Y, por otro lado, ¿el jefe del Estado nos ha dicho todo lo que sabe al respecto o hay cosas que ha omitido decirnos aun cuando nadie más que él sabe (luego de sus reuniones negadas con Keiko Fujimori) que una verdad a medias, una vez desmantelada, puede costar muchísimo?
Es evidente que el galimatías formado en torno a la figura de Swing todavía esconde algunas cosas. Como es evidente, también, que la renuncia de la ministra Sonia Guillén a raíz del escándalo y las ‘explicaciones’ que ha dado hasta ahora el presidente Vizcarra no bastan para calmar las aguas. Precisamente, trances como este demandan de los jefes de Estado liderazgo… y no del tipo ‘sapiencial’.