La reacción de la presidenta del Consejo de ministros, Ana Jara, a la divulgación del reciente reglaje a la vicepresidenta Marisol Espinoza revela una situación interna en el gobierno que es casi tan preocupante como el reglaje mismo. “¡No hay política o directiva del Gobierno en ese sentido! ¡Pero de existir facción que lo hubiere hecho de manera paralela, será erradicada!”, escribió ella ayer en su cuenta de Twitter. Una sentencia en la que no solo admite la posibilidad de que exista dentro de la actual administración una facción que opera en contra de otra (u otras), sino que además anuncia respecto de ella una acción bastante beligerante: la erradicación.
Si sumamos a ello las declaraciones sobre el mismo asunto de un congresista del humalismo tan caracterizado como Daniel Abugattás (“Aquí podría haber una quinta columna metida dentro de nuestro propio Gobierno”, aseveró en una entrevista radial), las señales de que estamos asistiendo a una confrontación entre bandos del oficialismo se tornan inequívocas.
Lo que ha impedido en este caso seguir hablando de espionajes que pudieran responder a intereses privados –como se sugirió a raíz de los seguimientos a Jorge del Castillo, el ex ministro del Interior Miguel Hidalgo y otros– es la circunstancia de que una nota informativa de la policía confirma la participación de un efectivo de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) –Johni Huamán– en la operación de vigilancia. Y el recurso de alegar que en realidad se estaba brindando seguridad a la Embajada de Estados Unidos ante el peligro de un ataque de terroristas libaneses no pasa de ser una torpe coartada: como se ha hecho notar, la embajada está a diez cuadras del lugar en donde se intervino a los autores del ‘reglaje’ y dos agentes ocultos en un automóvil ubicado a esa distancia no habrían podido ni tomar fotos del eventual atentado.
Por otra parte, los motivos por los que se estaría husmeando en las actividades de Marisol Espinoza no constituyen misterio alguno. Ella, como se sabe, representa al interior del oficialismo una posición cercana al abandonado plan de la gran transformación y en más de una ocasión ha perfilado un liderazgo alternativo al de Palacio. Baste recordar, por ejemplo, la revuelta que ocasionó en Gana Perú su abortada candidatura a la Presidencia del Congreso o su temprano reclamo a hacerle “ajustes” al nuevo régimen laboral juvenil.
Conocido el reglaje del que fue objeto, además, la señora Espinoza no desestimó las hipótesis de que tuviera origen oficial, como habría cabido esperar de una funcionaria tan encumbrada en la nomenclatura gubernamental. Guardó, en cambio, un silencio que llenó de oscuros presagios el panorama político. Y cuando finalmente se animó a pronunciarse, aparte de expresar su indignación, solo apuntó: “Me rehúso a pensar que el gobierno esté detrás de esto”. Lo que no equivale a descartarlo.
No deja de ser sintomático, por otro lado, que este destape se produzca cuando el futuro de la llamada ‘ley pulpín’ tiene dividida a la bancada humalista. El legislador Sergio Tejada, no lo olvidemos, acaba de decir que si la norma no es derogada, él “no tendría nada que hacer ahí”. Mientras que Omar Chehade ha admitido que, entre los parlamentarios oficialistas, las opiniones sobre si dejarla sin efecto o insistir en ella están “50/50”.
Vistas así, entonces, las alusiones a facciones y quintas columnas dentro del gobierno dejan de ser fórmulas retóricas para crear un fantasma al cual responsabilizar del último desaguisado, y comienzan a parecer, más bien, descripciones minuciosas de una guerra interna de la que hasta ahora solo teníamos noticias por las esquirlas que se colaban en el Twitter. Y si bien las tensiones dentro de un conglomerado político son normales y hasta deseables, todo indica que en este caso estamos ante un fenómeno completamente distinto.
No solo porque una de las facciones está utilizando al parecer recursos ilegales para arrinconar a la otra, sino, sobre todo, por lo que la reacción del presidente Humala ante la incómoda evidencia sugiere. “Rechazo tajantemente que ello se haya producido”, ha sentenciado él ayer sumariamente sobre el reglaje a la vicepresidenta, negando en la práctica lo que la primera ministra había admitido más temprano como posibilidad. Y eso, como es obvio, constituye la confirmación de que los bandos al interior del Ejecutivo existen.