El viernes pasado, tras una semana que se había iniciado con el esperado diálogo con la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, y había continuado luego con conversaciones con los representantes de cada una de las organizaciones políticas presentes en Parlamento, el presidente Kuczynski pronunció en el local partidario de Peruanos por el Kambio (PPK) un discurso desconcertante.
Era 23 de diciembre, víspera del día en que se celebra la Nochebuena y fecha en la que los mensajes públicos y privados suelen estar cargados de buenos deseos, pero que el mandatario escogió para ir al choque con la oposición, alternando el ataque extemporáneo con la frase enigmática. Para los exégetas de la retórica inaugurada por la actual administración queda, por ejemplo, la interpretación de lo que el jefe de Estado quiso decir con sentencias como: “Cuando comenzamos, abrimos el cajón con tinta roja”. O: “esta elección que se ganó en las mesas” (que es donde se suele conseguir con artes leguleyas lo que no se obtuvo en las urnas).
Pero, en fin, uno puede a la larga atribuirle a la ligereza de espíritu propia de las fiestas lo estrafalario de giros como los señalados o la ironía de que se hable de la necesidad de “no meter la pata” cuando se es gobierno, mientras precisamente se la hunde en un pozo de desatinos. Lo que no es admisible, en cambio, es la irresponsabilidad presidencial de estropear de pronto el laborioso puente que se había logrado tender con la principal fuerza de oposición para garantizar una convivencia mínima en democracia.
¿A qué vino, en efecto, la arremetida belicosa de decirle al fujimorismo: “No nos dejaremos pisar por una mayoría en el Congreso que ganó la primera vuelta pero no la segunda, que es la que vale”? Y, por otro lado, ¿quiénes se le ocurrió que podían sentirse aludidos con aquello de “queremos trabajar […] con los que no tienen miedo de luchar contra la dictadura y la corrupción”?
Por lo demás, dictadura en este momento no hay, y la teoría esa de que la primera vuelta ‘no vale’ es de una arbitrariedad pasmosa. ¿No es a partir de sus resultados que se establece quiénes disputarán la segunda? ¿Y no es en esa ronda acaso donde se elige al Parlamento?
Todos tenemos fresco todavía el recuerdo del pronunciamiento divulgado poco antes de la sesión del Congreso en la que se votó la censura al entonces ministro Jaime Saavedra, en el que el mandatario aseveró: “Para nosotros la campaña ya terminó hace siete meses”. Y sin embargo, lo que escuchamos el viernes pasado parecía una pieza arrancada del momento más áspero de la confrontación electoral de este año. De ahí que diversos voceros del oficialismo hayan salido en los días siguientes a tratar de sofocar el fuego desatado por las provocadoras palabras del jefe de Estado.
“Lo que ha querido manifestar [el presidente] es que respetos guardan respetos”, ha aventurado, por ejemplo, el vicepresidente Martín Vizcarra con imaginación fértil, mientras que la también vicepresidenta Mercedes Aráoz ha pedido evitar ‘malinterpretaciones’. La verdad, sin embargo, es que las incongruencias y los ataques absurdos que sazonaron la arenga navideña que nos ocupa no dejan mucho margen para la traducción benevolente.
La dimensión de lo que estaba en juego quedó en claro cuando, tras el discurso, Fuerza Popular comenzó a poner en duda su concurrencia a la reunión del Acuerdo Nacional convocada para hoy, sugiriendo que lo poco que pudiera haberse avanzado en el diálogo del lunes 19 se había perdido. Felizmente, con buen tino político, ese partido resolvió finalmente participar en la cita, capitalizando para sí el rol de madurez que el gobierno tan torpemente había desdeñado.
Ahora solo queda esperar que si el presidente decide intervenir en la asamblea de hoy, lo haga con un discurso sin condimentos.