Editorial El Comercio

Dentro de los cambios en el Gabinete que tuvieron lugar esta semana, uno de los que más llamó la atención fue la salida de del Ministerio de Relaciones Exteriores. Ello, porque se había posicionado claramente como uno de los ministros más cercanos a la presidenta y, según fuentes de este Diario, la mañana en la que se lo cambió él de lo que se venía ni tampoco le explicaron los motivos detrás de su salida. Su carta de renuncia fue presentada apenas 15 minutos antes de la ceremonia en la que juró su reemplazo.

González-Olaechea había tomado peso propio en el Gabinete luego de en una sesión extraordinaria convocada por la OEA el 31 de julio para discutir el problema generado por la renuencia del chavismo a mostrar las actas de las elecciones que habían tenido lugar tres días antes. En aquella ocasión, el ahora excanciller defendió una postura bastante coherente: que los países que se abstenían de firmar una resolución exigiéndole a la dictadura chavista que publicara las actas eran en el fondo cómplices de esta.

Pues bien, al nuevo canciller le han bastado dos días para sembrar preocupación por la posibilidad de que la postura firme que ha mostrado nuestro país sobre el fraude chavista del 28 de julio empiece a mostrar fisuras. El martes, consultado al respecto por la prensa, el ministro Elmer Schialer soltó unas frases . “Nuestra posición es […] que los problemas de Venezuela sean resueltos por los venezolanos”, dijo. Y ayer, consultado sobre si Nicolás Maduro es un dictador y si el presidente electo del país caribeño es Edmundo González Urrutia, el flamante canciller sobre la naturaleza “discreta” del oficio de la diplomacia para eludir ambas preguntas.

Por supuesto, la posibilidad de que el Perú se una al coro de los países que en la región le hacen el juego a la tiranía de Maduro con sus equidistancias cómplices y sus invocaciones a que el tema de Venezuela “deben resolverlo los venezolanos” es una vergüenza. Y no deja de ser significativo, en ese sentido, que con el cambio de canciller parezca ser el prófugo Vladimir Cerrón, antiguo secuaz de la dictadura chavista.

La presidenta Dina Boluarte tiene que salir a explicarle al país si el Perú va a ser un tonto útil del chavismo.

Editorial de El Comercio

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