"¡Que vivan el Perú, la democracia y la libertad!". (Ilustración: Giovanni Tazza).
"¡Que vivan el Perú, la democracia y la libertad!". (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Editorial El Comercio

“¡Cien años transcurridos desde que el prócer inmortal, el gran argentino San Martín, anunció al mundo, con las palabras proféticas de su boca de héroe, el hecho magno de la emancipación peruana; cien años de vida autónoma que nuestro anhelo de independencia inscribió, con caracteres definitivos, en las revueltas páginas del libro de la historia!”, exclamaba nuestro editorial cuando la cumplía su centenario. El Perú es otro desde ese entonces y lo era aún más hace , efeméride que celebramos hoy, en medio de una que todavía nos asola y sumidos en otro episodio de incertidumbre política e institucional.

Como ocurre con todos los países del mundo, nuestra historia es una colección de tragedias, dificultades y tensiones, pero los recuerdos de nuestro pasado, siempre revisitados en ocasiones tan extraordinarias como esta, resaltan por ser al mismo tiempo testimonios de superación y de supervivencia. A pesar de las guerras, las plagas y la vileza de algunos líderes que, en tantos momentos de nuestra vida republicana, no estuvieron a la altura de la responsabilidad que el azar o su gente les encomendó, siempre está la certeza de que la ciudadanía se impone y con ello las ansias de superación de toda la patria. Porque, en honor a la verdad, con prescindencia de las adversidades que la realidad nos ha impuesto, el Perú de hoy será siempre mejor que el de ayer. Nuestra evolución democrática y las convicciones que la componen pueden enfrentar obstáculos, pero como la noche, los frenos y las complicaciones, nunca son eternos.

El Comercio ha tenido el privilegio de ser testigo de todo ello. El 30 de julio de 1840, por ejemplo, nos pronunciábamos en contra de la esclavitud, deseando que en “América no se encuentren sino hombres libres que conociendo su dignidad aspiren a la mejora de la especie”. El 2 de agosto de 1872, por otro lado, celebrábamos al primer presidente civil tras cinco décadas de caudillismo: “Hoy, , aclamado en todas partes, y haciendo el milagro de reunir en las numerosas falanges de sus partidarios, a hombres que jamás se juntaron anteriormente en ninguna empresa política, toma tranquila posesión de la presidencia de la República”. Años después, el 15 de enero de 1884 (tras la reapertura del Diario, que permaneció cerrado durante la ocupación chilena de Lima), nos apenábamos por las derrotas en San Juan y Miraflores durante la guerra con Chile, aceptando que “En la historia de todas las naciones hay páginas gloriosas y páginas de duelo”. Y el 24 de marzo de 1921, protestábamos enérgicamente por la intervención de en “La Prensa”, diario con el que competíamos, defendiendo la libertad de expresión: “Los atentados de la naturaleza del cometido contra ‘La Prensa’, nada enmiendan, y son injustificables, y es vano empeño invocar razones de orden público para sancionarlo”.

En fin, estuvimos ahí para el país y para sus ciudadanos, escribiendo a diario la historia del Perú. Y las adversidades y retos no disminuyeron en las décadas más recientes. A la dictadura militar de los sesenta y setenta le siguió una crisis continuada durante la presidencia de Fernando Belaunde Terry, la aguda crisis económica propiciada por las políticas implementadas por Alan García y la posterior era de corrupción de Alberto Fujimori. En los años recientes, por su parte, hemos visto procesos democráticos ininterrumpidos, aunque con los sobresaltos que vinieron luego del 2016, con cuatro jefes de Estado y dos Congresos.

Pero, entretanto, el país también ha visto un aumento significativo de su bienestar desde los noventa, con un desplome significativo de la pobreza, una muestra nítida del esfuerzo de sus habitantes y de la importancia de actuar con pericia técnica y no a través de proclamas ideológicas. Queda pendiente, eso sí, recuperar el rumbo perdido por la crisis pandémica y aprovechar nuestras fortalezas para apuntalar los servicios que ofrece el Estado, sobre todo la educación y la salud, cuyas carencias se han sentido más que nunca en el último año. Para todo ello, lograr instituciones libres de corrupción y burocracia paralizante es clave y una tarea tristemente postergada por los últimos 200 años.

Hoy, el país estrena un nuevo camino con a la cabeza del Poder Ejecutivo y con fundadas razones para la preocupación. Y aunque las dudas pesen más que las certezas, por nuestro pasado, la historia de un país curtido por haber padecido todo lo que la vida le lanzó, no dejamos de albergar esperanzas. Estas se mantienen porque, a pesar de baches y tropezones, nuestra democracia es más sólida que nunca y nuestros compatriotas están más convencidos, que en ningún otro momento, de los beneficios de la alternancia en el poder y el balance de poderes y, claro, del manejo prudente de la economía guiado por la libre iniciativa privada.

Sea quien sea que nos gobierne hoy, mañana o en 100 años más, tendrá que encarar a una nación que siempre luchará por su libertad y bienestar, porque como dijo Jorge Basadre en 1979: “El Perú, con todos sus males y sus amenazas coincidentes, ha sobrevivido como si su mensaje aún estuviera por decir, como si su destino aún no estuviese liquidado, como si llevase, consigo una inmensa predestinación”.

¡Que vivan el Perú, la democracia y la libertad!

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