En solo unos pocos días, los peruanos venimos siendo testigos de intentos de censura contra la ministra de Economía y de vacancia contra el presidente. Ese nivel de enorme inestabilidad es de por sí dañino para el país en cualquier circunstancia y llamaría la atención incluso en períodos de bonanza económica; pero pensar que viene ocurriendo en medio de la mayor crisis sanitaria y económica de las últimas décadas, debe exigirnos una mayor reflexión.
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Y es que, ¿cómo pudimos llegar a este punto? Para ello, pongamos primero esto en perspectiva: muchos sectores de la sociedad pueden tener críticas respecto al manejo gubernamental de la pandemia, pero ¿realmente creen que poniendo en jaque a las autoridades se estará mejor? Más aún, ¿alguien puede pensar que, de prosperar estas iniciativas, tener, por ejemplo, un cuarto ministro de Salud en menos de siete meses, nos ayudará realmente a contener al coronavirus y a reducir la muerte de nuestros compatriotas?
Una crisis de la magnitud que venimos sufriendo –que de un momento a otro nos hace retroceder casi una década de lucha contra la pobreza– exige una enorme responsabilidad de parte de la clase dirigente y política del país. Las investigaciones judiciales y las críticas deben seguir los canales regulares; pero hoy los peruanos, que se encuentran en medio de una situación que ya les impone una enorme inestabilidad a sus vidas, demandan que sus líderes trabajen conjuntamente en favor del bien común.
Sin embargo, intentar responder la pregunta sobre cómo pudimos llegar a esta situación, implica ir más allá. Cuando buscamos entender por qué el coronavirus desnudó con tanta facilidad nuestras debilidades, solemos concentrarnos en ciertos “culpables”, como las deficiencias del sistema de salud y de protección social, la alta tasa de informalidad, entre otros. Algunos incluso ponen en duda principios que nos han permitido tener tres décadas de crecimiento sostenido y proponen, como cantos de sirena que recuerdan otras épocas, medidas populistas para resolver los problemas. Y si bien todos estos aspectos requieren de nuestra atención de cara al futuro, sorprende que los reflectores no se detengan en un aspecto que, a la luz de los últimos acontecimientos, es central para entender la debilidad que padecemos: nuestra precariedad institucional. En gran medida, esta precariedad puede explicar además por qué no hemos sido capaces de construir un mejor sistema de salud o un Estado preparado para responder con agilidad las demandas de la población.
Encontremos en esta terrible crisis y período de enorme inestabilidad política, el punto de inflexión para construir la institucionalidad que nuestro país necesita y reclama a gritos. Como mencionaba en un artículo de opinión hace unas semanas –pero que hoy es más relevante que nunca–, debemos construir un nuevo pacto social. Semejante a lo que ocurrió luego de la crisis de los ochenta, en que, obligados por los grandes desequilibrios fiscales y monetarios que padecíamos, entendimos como sociedad la importancia de la estabilidad macroeconómica, hoy nos toca darnos cuenta como nación que no podemos avanzar con este sistema político y estas instituciones. Este quinquenio –con dos presidentes, un Congreso disuelto, tres mociones de vacancia admitidas y tres gabinetes censurados– debería mostrarnos con claridad la urgencia de poner en agenda la reforma política, la construcción de partidos, la lucha frontal contra la corrupción, y la reforma del servicio civil y aparato estatal. En este nuevo pacto social, esta agenda debe ocupar un lugar privilegiado, si deseamos realmente transitar hacia el desarrollo y brindar mayor bienestar a todos los peruanos.
Así, en lugar de desandar aquello andado con mucho esfuerzo en estos años, tenemos en estas tareas un arduo trabajo en el que enfocarnos en este período de reconstrucción luego de la pandemia. Ojalá entendamos, tanto líderes nacionales como sociedad civil, la responsabilidad histórica que tenemos entre nuestras manos y actuemos con serenidad acorde con ella. Las decisiones que tomemos (o que no tomemos) en este período marcarán al Perú de las próximas décadas.