Se aprobó la controvertida ley universitaria impulsada por el congresista Daniel Mora y que intenta mejorar la calidad educativa peruana. Las cosas, sin embargo, no son tan simples, pues el asunto tiene más que ver con la buena nutrición y los primeros años de vida, que con los profesores de los adolescentes.
En cierta manera los estudiantes han venido siendo estafados por instituciones que les otorgan un título, aunque no les brinden las habilidades para competir y abrirse paso en el exigente mundo laboral (menos aun para ser exitosos).
La norma peca de ingenua y, entre otras cosas, dice que los profesores universitarios deben contar con una maestría (como si las ofertadas por el mercado educativo –con honrosas excepciones– fueran exigentes y garantía de poder transmitir conocimientos). En Finlandia –por citar un ejemplo– para ser profesor escolar, sí escolar, debe contarse con un doctorado en la materia que se dicta. Pero claro ese es otro país.
Aquí y con esta ley el Congreso ha mostrado el “poquitismo” propio de una institución devaluada cuyos únicos requisitos para integrarla son: tener huella digital y DNI, y ganar pocos miles de votos. No es necesario saber leer, escribir ni hablar castellano (inclusión y democracia que le dicen). Pero volvamos al tema.
La gran estafa empieza mucho antes que una niña o un niño peruano sepan cuál es su vocación; antes aun de pisar la escuela. La estafa al universitario –y a su profesor que también pasó por la universidad– empieza en el vientre materno.
Todo es cuestión de oportunidades, y no todos las tienen. Muchas mujeres pasan el embarazo malnutridas, anémicas y sin cumplir los controles prenatales, y los niños por nacer son afectados (el cerebro es altamente sensible a la falta de nutrientes, especialmente en el último trimestre). La malnutrición de la embarazada compromete el futuro del pequeño y a la sociedad.
Se sabe que los primeros años son fundamentales para el desarrollo de las conexiones neuronales. Al cumplir el año, el cerebro de un niño sano y bien alimentado ha desarrollado ya el 70% de su potencial. La desnutrición afecta sus neuronas e impide el apropiado desarrollo de las sinapsis (sus interconexiones); es un freno para el desarrollo psicomotor, dejándolos en seria desventaja.
No todos los pequeños tienen acceso a una buena dieta y un alto porcentaje de menores de 3 años padece de anemia. Ni los padres ni el entorno pueden brindar los estímulos afectivos y psicomotores que requieren estos pequeños para recuperarse.
Los más pobres irán a colegios donde los profesores no saben cómo dictar una clase, y si lo saben no cuentan con los medios materiales para hacerlo. Más de una vez los programas televisivos muestran a jóvenes universitarios que no reconocen una fotografía del poeta César Vallejo o del heroico Miguel Grau, que no saben distinguir por nombre al libertador don José de San Martín del santo Martín de Porres. Esas cosas se aprenden en el colegio. ¿Cómo sin esas nociones básicas ingresaron a la universidad?
La ley universitaria aprobada es otra gran estafa para los universitarios. Mientras no se nutran los cerebros en formación, no habrá ley que mejore la educación en nuestro país.