¿Qué es un camello?
Un caballo diseñado por una comisión.
Todos los congresos tienen que trabajar en comisiones temáticas para fiscalizar y preparar las leyes. Para hacerlo bien, se escucha a otros sectores del Estado, así como a especialistas, interesados y potencialmente afectados. Hasta en los peores momentos del Congreso anterior, se tendía a respetar esta práctica parlamentaria básica. Pero, en este, muchos de los proyectos van de frente al pleno.
¿Qué es un pangolín?
Un caballo mal discutido en comisión o solo en el pleno.
Hace ya varias décadas, Pocho Rospigliosi anunciaba todas las semanas en “Gigante deportivo”: “Ya vienen los goles de Cubillas”. Cuando le preguntaron por qué, él contestó: “Es lo que le gusta a la gente”. Ahora, el presidente del Congreso, Manuel Merino, lo emula y dice escuchar “el clamor popular”. Pero lo que tiene sentido para el rating no puede ser el patrón de conducta para el Congreso. Uno serio tiene que sopesar las decisiones con mucha profundidad y sus consecuencias más amplias.
Anular el cobro de peajes, por ejemplo, le puede costar cientos de millones de soles al país. El exalcalde de Lima Luis Castañeda anuló el de Puente Piedra por protestas sociales y ya perdimos en el arbitraje S/230 millones que vamos a pagar entre todos. En el extremo, algunas decisiones del Congreso pueden estar propiciando, incluso, la muerte de más ciudadanos. No por nada los colectivos y transportes afines, ahora legalizados, son protagonistas estelares de accidentes de tránsito y un lugar ideal para la transmisión del coronavirus.
Y hablando de atentar contra la vida del prójimo, Podemos Perú (el partido de José Luna y Daniel Urresti), dada la conocida calidad científica de sus integrantes, decidió “recetarles” a todos los peruanos los remedios específicos para el COVID-19 y las dosis que los iban a “salvar” si se contagiaban. Una rápida reacción del ya icónico Dr. Elmer Huerta sobre las muertes que ello podría causar parece haber conjurado el riesgo de una mayor difusión del esperpento.
En cambio, la mayoría de las bancadas, cuando sienten que lo que aprueban puede ser impopular por más vital que sea, juega al gran bonetón. Me refiero a las medidas para reducir selectivamente el hacinamiento en penales, indispensables si no queremos una mortalidad masiva. De hecho, ya hay 182 reclusos y 12 agentes del INPE fallecidos de COVID-19. Y con solo 3.212 pruebas aplicadas en las cárceles, estamos a ciegas sobre la magnitud del problema.
El Congreso las ha boicoteado dos veces. Contrario a lo que dice Merino, sí hubo pedido de delegación de facultades en la materia y el Legislativo lo castró, quitándole al enunciado “que permitan proteger su salud y seguridad, incluyendo la variación de su situación jurídica”; a saber, la parte que podía ayudar a enfrentar el problema. La segunda vez fue cuando lograron un difícil consenso multipartidario para aprobar una ley útil, pero en el pleno los mismos promotores, jugando a Pilatos, votaron por la abstención. El Ejecutivo ya consiguió facultades; apúrense en usarlas, estamos ya en el día 70 de la emergencia.
Otro encontronazo entre el Congreso y el Ejecutivo está relacionado con la presentación del Gabinete Zeballos. Según el Congreso, el primer ministro está invitado para la investidura del Gabinete (artículo 130 de la Constitución) y, según el Ejecutivo, para dar cuenta de lo que hicieron en el interregno sin Congreso (artículo 135).
Una discusión bizantina. Tanto el 130 como el 135 requieren voto de confianza. Basta cambiar la “o” por la “y” para cumplir ambos mandatos. Hacer de esto un motivo de confrontación sería una majadería en cualquier circunstancia, pero en las condiciones actuales es hasta inmoral.
Solucionado el entuerto, el Congreso debe dar la confianza. Zeballos no ha sido precisamente el primer ministro soñado y el Gabinete es espejo suyo, pero cambiar de caballo (enclenque y todo) en medio del río no parece una buena idea.
Estamos en un momento extremadamente difícil de la lucha contra el coronavirus. Ya son más de 3.000 los muertos –y quizás hasta el doble, dado el subregistro–.
Se vienen cinco semanas más de una rara cuarentena (“yo digo que te quedes en casa y tú asientes, como si fueras a cumplir”). Como es obvio, no va a funcionar lo que ya no venía funcionando.
Para muchos expertos era ya tiempo de pasar a estrategias muy estrictas, pero muy focalizadas, con base en ‘hot spots’ identificados por Essalud. Y, en ellos, poner todo lo que puede el Estado en control, atención de salud y ayuda social. Algo que ya sabemos es imposible, cuando ocurre en todos lados.