La historia parece avanzar en ciclos. A la década de los años diez del siglo pasado, con varios presidentes, entre golpistas y derrocados, le sucedió un gobierno autocrático como el de Leguía, que duró once años, con el endiosamiento del presidente (que fue comparado con Julio César y Napoleón). A las incertidumbres y el caos de los años de Alan García, le siguió el largo gobierno de Fujimori. Hoy hemos caído otra vez en una etapa de incertidumbre, marcada por una presidencia errática, incapaz de desmarcarse de las voces radicales de su partido. El capítulo más reciente de las escaramuzas se ha dado en los mensajes entre la vicepresidenta Dina Boluarte y Perú Libre. Las palabras “traición” y “deslealtad” aparecen o son sugeridas en el intercambio entre unos y otros involucrados. Todo eso hace pensar que si algún día se presenta una moción de vacancia, algunos votos de Perú Libre se volverían a unir con los de Fuerza Popular.
La traición es una costumbre. En su muy ameno e interesante libro “Traiciones peruanas” (Ediciones B), Alejandro Neyra nos recuerda a un selecto grupo de traidores en la historia del Perú. Uno podría decir que la traición es el motor de la historia. Los socios de la conquista del Perú, Almagro y Pizarro, terminan enfrentados del mismo modo que los príncipes del reino al que han llegado, Huáscar y Atahualpa. La conquista hubiera sido imposible sin la colaboración de las muchas comunidades nativas que pelearon junto a los españoles. En su prólogo, Neyra da muchos ejemplos de traidores. Entre ellos, la cantidad de generales que derrocaron al presidente que era en teoría su jefe: Sánchez Cerro a Leguía, Odría a Bustamante, Velasco a Belaúnde y Morales Bermúdez a Velasco. Cita también el juego de traiciones en el que se enfrascaron Cáceres y Piérola durante la Guerra del Pacífico, lo que alcanzaría al presidente Miguel Iglesias, que firmó la paz.
El primer personaje en aparecer en la lista de traidores del libro de Neyra es Felipillo, el traductor de Pizarro (dicho sea de paso, el martes pasado se cumplió un nuevo aniversario de la captura de Atahualpa). La lista de traidores incluye, por supuesto, al marqués de Torre Tagle, José Bernardo de Tagle, heredero de una familia de nobles, alcalde de Lima, inventor de la bandera y segundo presidente del Perú. Tagle, en cuya famosa casa ahora funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores, fue considerado un traidor por partida doble, tanto a la causa realista como a la de la independencia (nos enteramos por el libro de Neyra que San Martín fue su compadre). Plegado al bando equivocado de la historia, va a terminar sus días en el Real Felipe, rodeado de ratas y alimañas, luego de perder a su esposa y a su hijo. La historia de Tagle, como la de otro ilustre traidor de la época, Bernardo de Monteagudo (el enemigo de Sánchez Carrión), y tantos otros (Vladimiro Montesinos, Lope de Aguirre, Mariano Ignacio Prado y Juan Reynoso también forman parte de la colección) es una de las varias que componen esta antología. Se trata de un libro lleno de información y humor, que se lee como una estupenda colección de relatos.
Queda recordar que en “La Divina Comedia”, el gran Dante Alighieri (este año se recuerdan los 700 años de su muerte en Rávena) reservó el último círculo del infierno para los traidores, que aparecen sumergidos en un gran lago helado. Una confesión de uno de los traidores citados por Neyra recuerda episodios de la política peruana: “Usted sabe que muchos que fueron mis enemigos después han pisado esta casa como amigos”.
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