Cada casa tiene sus lugares secretos, sus zonas recónditas y oscuras. Una casa es un reflejo de la vida de quien la habita. Esconder cartas, dinero, objetos, en cajones con llave, detrás o dentro de libros, bajo el colchón (esta se ha convertido en una típica expresión peruana de estos tiempos) es habitual en muchas familias e individuos. Lo mismo puede decirse de la oficina de cada uno. Pero la oficina es un lugar público al que llega gente de fuera. Solo el baño de la oficina parece un sitio privado, como acaba de demostrar el exsecretario general de Palacio, el señor Bruno Pacheco.
Veinte mil dólares es una suma inmensa para la gran mayoría de peruanos. El hecho de que el fajo de billetes estuviera escondido en el baño nos obliga a especular sobre su narrativa. No sabemos de dónde vinieron ni para qué se usaban (se habla de lavado de activos). El baño (en realidad, el armario) era un lugar privado, a donde solo iba su dueño.
Los peruanos hemos tenido una relación culpable con el dinero. Muchas veces se acusa a alguien de tenerlo, aun cuando lo haya ganado con todas las de la ley. Palabras como “ricachones” y otras forman parte de nuestra manera de ver a la gente (no somos los únicos, incluso en Estados Unidos se refieren a los ricos como ‘filthy rich’). En parte, esta visión ha ido disminuyendo como consecuencia de la movilización social y económica. Hoy en día, el enriquecimiento de una empresa o una familia venida de los sectores bajos no es una imposibilidad, como lo era hace algunas décadas. El dinero no es visto como una tara moral, sino como una aspiración legítima.
Salvo que parezca ilegítimo. El dinero secreto siempre es una revelación acerca del lado oculto de un individuo, algo que incita la fascinación de los que siguen las noticias. Ante esto, Pacheco ha dicho que se trata de sus ahorros. Esa es la única posibilidad que parece descartada. El descubrimiento en Palacio de Gobierno puede ser el decisivo en la oposición al actual Gobierno.
En julio del 2019, el hallazgo de dinero en la casa y el maletín de Alejandro Toledo fue la causa de su encierro. La fiscal federal de California, Elise Lapunzina, se basó en el hallazgo de un millón de dólares en la vivienda del expresidente. Dentro de su maletín, había US$40.000. Estas fueron consideradas pruebas del riesgo de fuga, con lo que procedió el encarcelamiento del exmandatario. En junio de este año, se incautó una maleta con medio millón de soles en el allanamiento a viviendas y oficinas vinculadas a miembros de Los Dinámicos del Centro. La intervención fue dirigida por la Fiscalía Especializada en Delitos de Corrupción de Funcionarios de Junín. Desde entonces hay dos dirigentes de Perú Libre prófugos.
Por supuesto que no somos los únicos en encontrar dinero oculto. En octubre del año pasado, se le encontraron algunos billetes clandestinos al senador Chico Rodrigues (funcionario del Gobierno Brasileño y seguidor de Bolsonaro). Durante un allanamiento a su casa de Boa Vista, Rodrigues escondió treinta mil reales, más de US$5.000, en su ropa interior (las nalgas fueron un espacio preferido por el senador). Rodrigues fue destituido poco después de librarse de su pesada carga.
Maletas, billetes, escondites. Los indicios de esta tradición que Vladimiro Montesinos elevó a niveles sórdidos, continúan en funcionarios de un Gobierno que prometió acabar con la corrupción. Quién sabe cuántas maletas más se ocultan en las zonas oscuras y malolientes de casas, oficinas y otros lugares secretos.
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