"El aislamiento termina por revelar las verdades de parejas, de familias, de amigos. Descubrimos quiénes son nuestros mejores amigos cuando sentimos que necesitamos hablar con ellos".
"El aislamiento termina por revelar las verdades de parejas, de familias, de amigos. Descubrimos quiénes son nuestros mejores amigos cuando sentimos que necesitamos hablar con ellos".
Alonso Cueto

Hoy resulta muy actual un sermón del escritor inglés C.S. Lewis en 1939, a propósito de la de entonces. “La guerra no crea una situación nueva”, dijo. “Más bien lo que hace es agravar la situación de siempre al punto de que no podemos seguir ignorándola. La vida humana siempre ha vivido al borde del precipicio. Nos equivocamos cuando comparamos la guerra con la vida ‘normal’. La vida nunca ha sido normal”.

El periodista Oliver Burkeman, que cita a Lewis en un artículo en “The Guardian”, se refiere a nuestro tiempo como definido por la “incertidumbre”. Pero también podríamos afirmar que es un tiempo de revelaciones. La palabra ‘revelaciones’ en su origen latino significa “quitar el velo” y define lo que está ocurriendo. Los períodos de crisis les ponen un espejo a las y a las personas para recordarnos quiénes somos. Seres frágiles en un universo que siempre fue incierto. Pero solo ahora renovamos nuestra conciencia de nuestra condición. Solo ahora recordamos que gran parte de nuestra economía es informal, que hay una enorme cantidad de compatriotas que viven con lo justo y sin recursos, que el hambre es una rutina para mucha gente. La crisis nos hace ver el mundo con una claridad que habíamos ignorado. Volvemos a darnos cuenta de que nos falta una infraestructura en , que durante muchos años hemos contaminado la ciudad, que algunos personajes de nuestra vida social y política son unos racistas y oportunistas descarados que solo buscan alimentar su parcela. Durante las crisis las máscaras parecen caerse.

Sin embargo, también volvemos a darnos cuenta de que podemos ser un país solidario. Las muestras de colaboración, de respeto y de reconocimiento también habían existido antes. Solo que ahora tienen más valor. Tiene valor que se haya habilitado la Plaza de Acho como un refugio humanitario para indigentes gracias a la Municipalidad de Lima. Tiene valor que se haya acondicionado la Villa de los Panamericanos para los infectados y que haya algunos policías que son capaces de llevar a una persona enferma en brazos a un hospital, como vimos en las noticias. Tiene valor que la gente salga a aplaudir a los policías que caminan por los Barracones del Callao como ocurrió esta semana. Es algo que siempre podría haber ocurrido, pero que hoy tiene más valor.

Lo mismo puede ocurrir en las relaciones individuales. El aislamiento termina por revelar las verdades de parejas, de familias, de amigos. Descubrimos quiénes son nuestros mejores amigos cuando sentimos que necesitamos hablar con ellos.

La relación con nuestra casa también se intensifica. La exploramos como quien entra a una selva desconocida. Descubrimos fotos olvidadas en un rincón, libros que no sabíamos que teníamos, una carta perdida que resbala de una gaveta. Nosotros mismos nos descubrimos gracias al tiempo libre. Mirar el aire limpio, ver las montañas en Lima, levantarse y sorprenderse con algunas nubes rosadas, y escuchar el silencio todos los días, son las revelaciones de la crisis. Siempre fuimos una sociedad llena de desigualdades, injusticias y discriminación y también capaz de solidaridad y compromiso, y hoy lo redescubrimos. En estos días mi hijo Esteban me recuerda un diálogo de la película “Margin Call”, ambientada en la crisis financiera del 2008. Cuando uno de los personajes dice “Esto es una pesadilla”, el otro le contesta: “Más bien creo que acabamos de despertar”.

Estos días son como un despertar. Tenemos que agradecerle a la crisis habernos puesto en la cara ese espejo en mil trozos. Solo falta saber si luego volveremos a olvidar qué es o debería ser “lo normal”.

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