En 1990 los creativos de la agencia madrileña Contrapunto idearon la campaña más importante en prevención sexual en la historia de España: Póntelo, Pónselo. Con un eslogan pegadizo y tajantemente directo, su objetivo fue promover el uso del preservativo entre la población más joven; responsabilidad claramente compartida –como indica el juego de palabras– entre hombres y mujeres. El caso español no es ajeno a lo que sucedió en el resto del mundo durante toda la década del noventa, cuando sociedades aterrorizadas por la epidemia del sida (y psicoseadas a causa del desconocimiento) requerían de nuevas reglas en educación sexual. Tal como ocurrió con el cinturón de seguridad, el uso del condón pasó de ser una costumbre electiva y silenciosa a convertirse en una actitud cotidiana, moderna y obligatoria. De eso ya han pasado 25 años. Pero nos hemos relajado.
Veo con frecuencia cómo aquella generación –mi generación–, la que creció debidamente concientizada, elige hoy prescindir del preservativo (una vez controlado el método anticonceptivo) en encuentros casuales y relaciones que no son exclusivas o formales. Bajo ningún concepto ocurre por ausencia de información, promiscuidad o falta de capacidad económica; esto pasa por puro – e insensato– relajo. Ya sea al inicio, al final o durante todo el encuentro sexual: muchos lo hacen, pero pocos lo hablan. La enfermera estadounidense Amanda Bruce pertenece a ese reducido grupo. Fue el amor, cuenta, lo que la motivó a tener relaciones sexuales sin protección con Charlie Sheen, su expareja y portador del virus de inmunodeficiencia humana causante del sida (VIH). Bruce estaba al tanto de su condición y, gracias a una medicación que disminuye las probabilidades de contagio que tomó durante el noviazgo, no contrajo el virus. No todos tienen tanta suerte.
De acuerdo con cifras oficiales de la Dirección General de Epidemiología al 2015, en el Perú hay identificados casi 57 mil pacientes con VIH y 33 mil con sida; el 70% de ellos se encuentra en Lima y Callao. Hombres y mujeres entre 25 y 29 años son los más afectados por el sida, seguidos del grupo de 30 a 34 (los hombres prácticamente cuadruplican la cantidad de mujeres en ambos casos). Fernando Mendo, jefe de Servicio de Infectología del hospital Rebagliati, indica que el número sigue creciendo, por lo que es crucial que la población se realice pruebas de descarte que ofrezcan un diagnóstico temprano. “El tratamiento te puede mantener en buen estado de salud física y mental durante períodos tan largos como 20 años; hoy podemos ofrecerlo con una sola tableta al día”, sostiene Mendo. Según indica, la vía de transmisión sexual, predominantemente heterosexual, es la causa de contagio principal en todo el país. Existen miles de casos no diagnosticados: póngase condón, ponga atención y póngase las pilas.