Llego algunos días tarde a pedir deseos navideños, pero creo que vale la pena hacerlo de todos modos. Total, se espera que se ponga un poco de optimismo en las fiestas de fin de año. Así que voy a listar cinco cosas que creo sería ideal que lleguen el próximo año al país –sin contar, por supuesto, la vacuna– para que el 2021 sea más decente que este año infame.
Los deseos, por deformación profesional, están enfocados todos en la política, con énfasis en el Congreso y las elecciones. Y, como en toda lista, hay pedidos grandes, medianos y pequeños, para aumentar las probabilidades de que aunque sea uno llegue a cumplirse. El orden es aleatorio.
1. Parlamento Andino. Me encantaría que desaparezca. ¡Plum! Y chau. No tiene ningún sentido ni función y sirve de cómoda casa de retiro para los excongresistas. Miles de soles al mes destinado a un grupo de padrastros de la patria que “trabajan” apenas una décima que el peruano promedio en labores que a nadie le interesan. Es un escándalo realmente que esta institución continúe en funciones.
2. Congresistas con experiencia. Si no fuese mucha molestia, me gustaría que los peruanos cayesen en cuenta de que eso del referéndum para la no reelección de congresistas fue una metida de pata monumental. Se necesita la reelección porque se necesitan parlamentarios con experiencia que sepan lo que están haciendo. Es imposible que uno de los poderes del Estado funcione adecuadamente si está compuesto únicamente por novatos que tienen, además, pocos incentivos para desempeñar su gestión con seriedad: al ser una aventura de un periodo, no tienen que rendirle cuentas a la ciudadanía en la siguiente votación y tienden –como ya hemos visto– a irse por la libre priorizando sus intereses personales.
3. Tablero virtual de votación. Este sí que no es mucho pedir, apenas un poco de sentido común y una pizca de tecnología para no tener que volver a pasar por un año de “congresista, su votoooo”. Luego de nueve meses de trabajo remoto, el Parlamento ha sido incapaz de generar un mecanismo a través del cual sus congresistas aprieten un botón y su voto se registre en un sistema visible para todos, tal como ocurría en los plenos presenciales. En lugar de eso tenemos que aguantar una procesión de peroratas politiqueras antes del “a favor” o “en contra” de cada congresista. A ver si aprovechan su nada deleznable presupuesto, invierten en esta mejora tecnológica y nos alivian un poco la carga psicológica que implica hacer seguimiento a sus labores.
4. Bancada oficialista relevante. Si algo hemos aprendido entre el 2016 y el 2020 es que nuestro sistema no funciona cuando la bancada oficialista es muy pequeña o, inclusive, inexistente. Así que sería ideal si, independientemente de quién gane la presidencia, este partido cuente con una acumulación de curules que exceda los 30. Solo así podrán tener peso suficiente para negociar con las otras fuerzas políticas, buscar alianzas, promover políticas y frenar ataques.
5. Polarización en el Parlamento. Finalmente, el deseo menos intuitivo de todos: polarización, diferencias, brechas infranqueables, bandos. Elija usted la palabra que más le guste, estimado lector, pero que esta llegue en cantidades razonables, aunque sin generar empachos. Que no nos toque otro Congreso en el que cada barrabasada es apoyada por el 95% de legisladores, sin importar la bancada de procedecencia. Donde es tan fácil promover una irracionalidad, convencer a todos de alinearse tras ella y donde toma no más de una semana aprobarla en el pleno. Se necesitan diferencias para que haya balance, sin ellas estamos condenados a la arbitrariedad.
Contenido sugerido
Contenido GEC