La desconfianza condiciona percepciones y decisiones ciudadanas. Aunque la desconfianza no es más que la consecuencia de años de mala gestión, de promesas incumplidas y de corrupción, termina siendo una barrera significativa para el crecimiento personal, empresarial y social. Esto ha generado un ambiente de escepticismo profundo en el que las personas dudan de la honestidad y las intenciones de los demás. La última encuesta de Datum y El Comercio, publicada el 16 de setiembre, pone en evidencia el hecho de que ya nadie confía en nadie; los bajos niveles de confianza que se tenían en el Perú llegan a su nivel más bajo.
Construir relaciones de confianza toma mucho tiempo y requiere de evidencias para sostenerlas. Sin embargo, en segundos se pueden destruir. El corto plazo y la falta de visión de futuro se han impuesto, y se necesita de mucho más que promesas o acciones puntuales para recuperar la confianza. Políticos, instituciones, empresarios y los distintos actores sociales deben comprometerse a actuar con transparencia, responsabilidad y coherencia. Implica trabajo y tiempo, pero, si no se asume como tema prioritario, continuará el debilitamiento institucional, la fragmentación social y el desapego por el país. Philipp Kristian, experto en confianza e innovación, considera que remover la desconfianza implica construir un entorno en el que la empatía, la transparencia y la colaboración sean prioritarias, y la tecnología puede jugar un papel importante para generar estructuras confiables.
Desarrollar empatía no es más que entender a las personas desde su perspectiva. Que los problemas que aquejan a los hogares no sean ajenos a la gestión pública. Ello genera confianza, ya que reduce la percepción de amenaza y crea conexiones más profundas. Esto implica que los políticos deben esforzarse por comprender las necesidades y preocupaciones de los ciudadanos. Escuchar activamente y demostrar preocupación por las demandas de la población, tomando decisiones que reflejen las prioridades de la ciudadanía.
La apertura y la claridad en la comunicación, y las acciones de los líderes políticos reducen la incertidumbre y permiten que los ciudadanos tengan una visión más clara de lo que ocurre en el país. A través de plataformas digitales, las instituciones pueden proporcionar información en tiempo real sobre sus actividades, permitiendo a los ciudadanos monitorear lo que está ocurriendo. En este sentido, las instituciones públicas tendrían que adoptar medidas de transparencia proactiva, publicando información relevante sobre sus actividades, decisiones y finanzas. Cuanta más información esté disponible, menor será la percepción de que algo se está ocultando o de que se está actuando de manera deshonesta.
Un paso adicional para restaurar la confianza es recompensar la honestidad y la integridad. Además de castigar la corrupción, las instituciones y los líderes deben encontrar maneras de premiar el comportamiento ético y responsable. Implementar sistemas que incentiven la honestidad puede motivar a las personas a actuar de manera confiable, lo que, a su vez, refuerza la confianza en el sistema.
Es necesario fomentar la colaboración, demostrar que se trabaja por el Perú y no por objetivos individuales o partidarios. Cuando las personas sienten que pueden confiar en otros para alcanzar objetivos comunes, se crea un ambiente más cooperativo y solidario. En lo político, esto implica trabajar en conjunto, no solo entre partidos, sino también con la ciudadanía, para desarrollar soluciones colectivas a los problemas del país.
No es sostenible para el Perú continuar con los actuales niveles de desconfianza, ya que esta situación erosiona la cohesión social y debilita las bases de la democracia. Recuperar la confianza es una tarea que requiere de un esfuerzo colectivo de todos los actores de la sociedad: instituciones, empresas, ciudadanos, políticos y gobierno. Solo a través de un compromiso real y coordinado será posible revertir el ciclo de desconfianza que actualmente frena al país.