Difícil definir con exactitud qué tipo de crisis vive el Perú, pero, sin duda, no es una crisis cualquiera. Algunas de sus fuentes tienen directa relación con vivencias y sensibilidades, con estados de ánimo que se vinculan a la desesperanza frente al presente y el futuro del país; otras se originan en la gestión de los gobernantes, en su soberbia e indolencia, en su radical falta de interés por representar a los electores.
La desesperanza se manifiesta de múltiples maneras. Quizá la más clara sea el abandono del país, una decisión de largo aliento que modifica radicalmente la vida de las personas y las familias. Según cifras que la Superintendencia Nacional de Migraciones le dio a BBC Mundo (23/8/2023), en el 2022 salieron sin retorno 401.740 peruanos. En el 2023, solo hasta junio, la cifra ya era de 415.393; por lo tanto, es seguro que este año los emigrados superarán el medio millón. La cifra aumentó de manera sustantiva en el bienio 2022-2023: si se considera que en el 2021 se quedaron fuera del país 110.185 peruanos, resultaría que en cada año de dicho bienio la emigración se multiplicó por cuatro y que, finalmente, en los últimos tres años el número de peruanos ausentados suma más de un millón.
Lo que obliga a valorar la cifra de emigrantes es que ese millón que emigró en los últimos tres años –sobre todo en los dos más recientes– representa casi un tercio de los emigrantes de 1990 al 2020, que fueron algo más de 3′300.000 según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). La cifra da una idea de la desesperanza y el hartazgo instalados en un número muy alto de ciudadanos peruanos.
La desesperanza se manifiesta también en la mínima aprobación que obtienen los posibles candidatos presidenciales según la encuesta de diciembre aplicada por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Ante la pregunta “¿Quién podría ser un buen candidato o candidata a presidente en las siguientes elecciones generales?”, el 47,5% responde que “no sabe/no precisa” y el 27,6% que “ninguno/nadie”. Esto es: el 75,1% no tiene preferencia alguna. Más aún, quien obtiene la mayor preferencia es el expresidente hoy preso Pedro Castillo, con el 4,3%. Lo siguen Keiko Fujimori con el 4,1% y Martín Vizcarra con el 3%.
Otro factor de la crisis es el incremento de la delincuencia, principal problema para los peruanos, según lo dicen claramente las encuestas. Esta percepción y vivencia podría tener una dimensión mayor si se vincula con el crecimiento de los negocios delictivos y su efecto sobre la economía, pero, sobre todo, su impacto sobre el incremento de la propia delincuencia y la inestabilidad que se vive en múltiples distritos y territorios del país. Ejemplo reciente es la incursión criminal en la mina Poderosa (Pataz, La Libertad), con el saldo de nueve trabajadores asesinados, sin que hasta hoy se haya detenido a ningún culpable.
A estos dos componentes de la crisis de desesperanza se suman la bronca frente a la actuación de la mayoría del Congreso, la recesión económica y la incompresible desidia frente a urgencias como el prometido fortalecimiento de la atención primaria de salud, tan mentada como fatal precariedad durante la pandemia del COVID-19.
A pesar de tantas contrariedades, la gran mayoría de peruanos y peruanas, habituados a enfrentar situaciones iguales o más graves, dan día a día sobradas muestras de capacidad para superarlas. Sin duda, esta fibra es la esperanza más potente para revertir la situación actual. Siendo 25 de diciembre de este complicado año, tengamos, pues, “confianza […] en la escalera, nunca en el peldaño” (Vallejo dixit).