Una nueva fiscal de la Nación llegó al cargo y decidió emprender una feroz investigación contra quien ocupaba Palacio de Gobierno y era el presunto cabecilla de una organización criminal.
Quienes desde el Congreso (y fuera de este) trataban legítimamente de expulsarlo del poder sin tener los votos parlamentarios vieron en la magistrada a una aliada que apoyar. La ley estaba de su lado. Algunos advertían de irregularidades en ciertos actos de la fiscal (como entorpecer investigaciones contra su hermana jueza), pero esas eran “caviaradas” de quienes no entendían el objetivo principal. La aliada podía servir también para otras cosas. Muchos entendieron que era una “anticaviar” y decidieron que había espacios para liberar a la fiscalía de esa plaga. Entonces, con sus votos decidieron inhabilitar a una exfiscal de la Nación que le podía hacer sombra. ¿La causa? Haber hecho lo mismo que sus predecesores en investigaciones a exmandatarios.
Ya antes, los parlamentarios se habían puesto de acuerdo para elegir a los miembros del máximo intérprete de la Constitución. Salvo excepciones, los nuevos tribunos no tenían peso jurídico y la verdad es que, por su nivel, la mayoría podría encajar en el perfil de un congresista de estos tiempos. Nadie tuvo mayor problema en politizar un ente eminentemente jurídico.
Vino también otra ofensiva contra un ente presuntamente “caviar” que evalúa, pone y saca a jueces y fiscales. Procesos por aquí y por allá y al final se logró sacar a un par de colegiados. ¿Los motivos? Principalmente haber emprendido una investigación y suspendido a la fiscal aliada y tener la opción de renovar el mandato de autoridades relacionadas a procesos electorales acusadas de haber apoyado un supuesto fraude electoral hace unos años.
Mientras todo ocurría, la investigación de otra fiscal revelaba que, presuntamente, como todo en el Perú, la fiscal de la Nación había tenido éxito con los congresistas no solo por afinidad ideológica, sino porque se canjeaban votos por archivamientos de denuncias, entre otros presuntos delitos. Es bien sabido también que varios de los partidos con representación congresal y sus líderes tienen investigaciones por presuntos delitos, justamente ante la institución de la suspendida aliada. Que la fiscalía termine de implosionar quizá no sea tan malo para algunos. En medio de todo esto, los intérpretes de la Constitución aparecen con precisión de reloj suizo y en velocidad de Fórmula 1 y, forzando las normas, dictan medidas que benefician directamente a la suspendida magistrada. Ya previamente habían decidido incorporar a un miembro del ente evaluador de jueces y fiscales que había sido descalificado. Lo hicieron “justo” cuando la composición era muy relevante para la suspendida fiscal.
La historia sigue en desarrollo y cada uno ve lo que quiere ver. No hay héroes ni villanos, aunque todo apunta a que, por el peso de los hechos, la consolidación de los roles (de héroes y villanos) caerá por su propio peso.