Durante la marcha a favor del dióxido de cloro, una periodista se acerca a un manifestante.
–Señor, ¿por qué toma usted CDS?
–Porque me ha hecho bien, y no solo a mí, ¡hay miles de testimonios!
–¿Pero usted no ha leído las advertencias de todas las agencias de salud y de la OMS? ¿Lo que han dicho las revistas científicas especializadas?
El doctor Elmer Huerta se acerca.
–No se gaste, señorita, el efecto placebo es muy poderoso. Y hay estructuras de pensamiento que no admiten esos razonamientos.
–¡Es usted el que no admite la verdad!– se ofusca el manifestante. –Mi tía se ha curado con el CDS.
–Amigo, más del 80% de enfermos por COVID-19 se curan sin medicamentos– explica Huerta. –Si su tía tomaba café a diario, el café también la pudo curar, ¿no?
El antropólogo Luis Millones se une.
–A mí me llama la atención el lenguaje que usa esta comunidad.
–¿A qué se refiere?– la reportera le acerca el micrófono.
–¿Ha visto sus comentarios en las redes? “El bien vencerá al mal”, “la luz se impondrá sobre los grandes intereses”... es el lenguaje de las sectas. Unirse contra la doctrina tradicional construye la identidad de sus integrantes. Y contra la identidad, no hay razonamiento que valga.
–Y si es una secta, el alemán Kalcker es su profeta– añade la ministra de Salud, que también pasaba por allí. –¿Usted cree que en Alemania le harían caso? Un tipo que estudió en una universidad dudosa, que la Sunedu no licenciaría. ¿Ha visto la web de esa universidad? Al entrar hay un comunicado donde marcan distancia del negocio de su alumno.
–¡No se meta con Andreas, doctora!– chilla el manifestante. –Vergüenza debería darle que el pueblo no tenga acceso a una sustancia barata que lo puede curar en esta crisis.
–Dicen que cura el cáncer, el SIDA y hasta el autismo– añade la reportera.
–Le ruego que no difunda eso– se enoja la ministra Mazzetti. –El cuerpo humano es complejísimo y decir que una sola sustancia lo cura todo es retrocedernos a tiempos medioevales.
–Rezarle al Señor de los Milagros es menos peligroso– confirma Elmer Huerta. –El CDS puede matar.
De pronto, para maravilla de todos, aparece Carl Sagan.
–¿Qué tal le fue con la Biología en la escuela, mi amigo?
El manifestante arruga el ceño.
–¿Qué tanto invierte su país en difundir la ciencia?– se dirige al resto.
Todos arrugan el ceño.
–Bueno, eso explica mucho.
–Váyanse al demonio– se aleja el manifestante, mientras responde su celular.
Allá va, coordinando cómo repartir la sustancia en el distrito del que es alcalde.