Tras el 12 de abril se han publicado dos encuestas de Ipsos, tres de Datum, dos de IEP y dos de CPI.
Si uno las pone en secuencia temporal, puede ver que hay tres momentos en lo que va de la campaña de segunda vuelta. Uno primero, con una gran ventaja de Castillo sobre Fujimori. Él manteniéndose en algo más del 40% del voto emitido. Ella consiguiendo con su estrategia inicial de denuncia del comunismo parar el crecimiento de su rival, pero solo logrando que crezcan los viciados y blancos. En el segundo momento, ella comienza a subir, pero sin quitarle votos a Castillo. En el tercero, Castillo empieza con tendencia a bajar y ella se le acerca bastante.
¿Qué ha influido en este cambio? Me parece que, principalmente, las limitaciones y errores de Castillo, y no tanto los aciertos de Fujimori.
En el caso de Castillo, su trayectoria y sus entornos se han hecho más conocidos y han generado justificada alarma. Añádase las contradicciones internas en Perú Libre, muy en especial los constantes pullazos entre el candidato y el presidente del partido. Súmese la infinidad de contradicciones en la que ha caído el candidato con el fin de agradar a públicos con demandas opuestas. Constátese su bajísimo conocimiento técnico sobre las propuestas centrales que enarbola. El más llamativo: sigue insistiendo en que subirá el gasto en educación y el de salud, cada uno, al 10% del producto bruto interno. Confunde PBI con presupuesto general; este segundo, en el que por cierto la educación tiene bastante más del 10% que ofrece. Difícil salir de ese enredo.
De su lado, Fujimori ha tenido un gran acierto táctico que contribuye a explicar por qué ha subido. Castillo se equivocó completamente al retarla a un debate en Chota, pensando que ella no aceptaría. Más allá del contenido de aquel debate, ella se anotó un punto importante, mostrando coraje para presentarse en un escenario previsiblemente hostil.
¿Va a continuar esta tendencia? Depende de lo que hagan los candidatos de ahora en adelante.
De lado de Castillo, su alianza con Mendoza. Si bien le aporta casi nada en términos de votos, ya que estos estaban jugados a su favor, sí lo ayuda el haber firmado un compromiso de respeto a las reglas de la democracia. Aunque ahora sostiene que “los equipos técnicos son cosa del pasado, parte de la repartija”, por ahí consigue que algunos de los de Juntos por el Perú se le sumen.
Por su parte, Fujimori le sigue ganando la mano a Castillo en el terreno de los debates. Por un lado, haciendo evidente que él no quería los cuatro del JNE y, por otro, aceptando debatir en las puertas del penal de Santa Mónica. Ahora, Castillo se niega a hacer lo que pidió y, más bien, dice que deben debatir con sus padres detrás. Hasta sus más cercanos seguidores deben sentir un sabor amargo ante tanta inconsistencia.
Pero Fujimori no ha ido más allá del “no te corras, Pedro”. Sigue sin entender que con 8% de los electores, su pase a segunda vuelta fue, más que un triunfo suyo, un castigo a los mediocres y frívolos candidatos con los que competía. Ella sigue siendo una candidata netamente fujimorista, y no ha logrado atraer personajes que anuncien una vocación de gobierno de ancha base y que den garantías, por ejemplo, en el hípersensible campo de garantizar la independencia de la administración de justicia.
En resumen: si al inicio de la segunda vuelta la suerte parecía estar echada a favor de Castillo, a tres semanas del 6 de junio, lo que tenemos es un escenario abierto.
Coda: comparto el repudio que han suscitado las arengas de Rafael López Aliaga pidiendo la muerte de Castillo y Cerrón. Nadie tiene derecho a amenazar con ejercer violencia a otra persona por discrepar con sus puntos de vista. Pedro Castillo lo ha hecho conmigo públicamente en dos ocasiones (¡una con machete en mano!) y me parece una forma matonesca de hacer política. Lo hizo por haber yo hecho públicos, en el 2017, ante la Comisión de Educación del Congreso, vínculos suyos muy documentados con el Movadef, que me fueron proporcionados por la Dirección contra el Terrorismo de la Policía Nacional del Perú, en mi condición de ministro del Interior.
Merece también mi mayor rechazo el anunció del congresista electo, Jorge Montoya, que propondrá una norma para evitar que partidos de ideología comunista puedan participar en elecciones. Eso es totalmente antidemocrático: las ideas se combaten con ideas. Lo que sí debería haber es una ley que proscriba de participar en la vida pública a personas que hayan tenido condena firme por delitos gravísimos como terrorismo, crímenes contra la humanidad, homicidio, secuestro, violación, pedofilia, entre otros. Nadie les quita el derecho a regenerarse y vivir una vida privada sin exclusiones, pero no deben tener vínculo alguno con la función pública en cualquiera de sus niveles y modalidades.
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