Hace pocos años las noticias necesitaban de un personaje conocido involucrado en algún hecho extraordinario. Y si no era un personaje público, al menos el hecho debía ser demasiado llamativo. Hoy, hasta los choques de automóviles en Rusia, China o la India son noticia. ¿Por qué? Simplemente están grabados en vídeo.
Como sociedad, nunca dejamos de evolucionar, es algo inminente. Cuando se es parte de una cultura, un cambio mínimo en ella, gracias a algún nuevo invento, puede revolucionar de manera radical los comportamientos y gustos de todos. Así ocurrió con la aparición de la radio, el voto femenino, la televisión, el rock n’ roll, la píldora anticonceptiva y muchas novedades que le dieron un nuevo rumbo a la humanidad.
Es decir, si uno empieza a hacer algo diferente –por más descabellado que parezca–, como escuchar radio a inicios del siglo pasado, y al ser compartida esta actividad por más de una persona, se logra que el entorno se mimetice y empiece a copiar esta conducta para finalmente implantar una nuevo hábito en una sociedad. Si esta innovación es mecánica y genera beneficios, entonces hablamos de una revolución tecnológica. Cuando se inventa o descubre algo innovador, esto le abre la puerta a otras cosas más que antes habrían sido consideradas absurdas o incorrectas, como grabar vídeos en formato de rectángulo vertical con el iPhone.
Nada queda fuera del cambio, ni siquiera el periodismo. Las noticias han ido cambiando constantemente. No solo en el contenido, sino en el formato y su misma recepción en los consumidores. La manera en la que un tipo de noticia se produce es acercándose personalmente a un hecho llamativo y registrarlo, sea usando un cuaderno de notas, de dibujo, una grabadora o una cámara. Pero lo que vemos últimamente es un nuevo gran fenómeno. Hoy en día no es raro tener un celular con cámara HD, como sí lo era antes. Todos andan con su teléfono en mano y solo se necesita estar en el momento y lugar indicados para convertirse involuntariamente en un reportero. Un robo a mano armada en una avenida concurrida probablemente será registrado en más de un teléfono celular, y el vídeo luego será transmitido a nivel nacional o mundial en todos los noticieros. Basta citar las increíbles imágenes de la heroica mujer peruana que emergió de un huaico en Punta Hermosa.
Lo que vemos en estos días –en casi igual número de veces que las noticias registradas por reporteros profesionales– son vídeos de transeúntes con un poco de suerte. Lo notable es que muchas veces estas grabaciones domésticas reciben mucha más atención. Al ser de un nivel casero se produce una conexión emocional por parte del público. También se gana realismo, como cuando se registran los gritos o súplicas de la persona detrás de cámara en un accidente.
Un camarógrafo profesional sabe qué grabar y qué no, pero el ciudadano común no conoce estas pautas, pues en el momento no piensa que su vídeo será transmitido por televisión. Solo graba el hecho.
Muchos noticieros ya tienen su bloque específicamente dedicado a los videos que reciben por WhatsApp. Es así de sencillo, se registra un evento importante o algo fuera de lo común y luego es enviado por esta red social directo al programa. Ya no es tan crítico si no se llega a cubrir una noticia en el momento y lugar porque probablemente aparezcan vídeos de un ciudadano de a pie. En el caso del avión que se estrelló en diciembre del año pasado en Puerto Carreño, las imágenes del trágico incidente fueron, para la suerte de los morbosos, capturadas por una persona con su celular. El doctor arrastrado y expulsado de un avión de United, también. Los actos de corrupción igualmente son algo común en las pantallas, cuando antes eran casi imposible reportarlos. Una vez más la globalización se impone: el público es hoy el gran broadcaster.
Esta columna fue publicada el 29 de abril del 2017 en la revista Somos.