Las Fiestas Patrias opacan el brillo a los homenajes en honor a Santiago el Mayor o Santiago de Zebedeo, uno de los discípulos de Cristo que, junto con su hermano Juan, fueron llamados “los hijos del trueno”. Esta frase se ha interpretado como una manera de decir que las palabras de ambos eran voces del cielo, pero el trueno sigue retumbando de otra manera en América. ¿Cuál ha sido el largo camino que ha llevado a Santiago a ser una divinidad en los Andes peruanos?
En realidad, su transitar por la historia es apenas equivalente a los espacios geográficos que lo llevaron de Jerusalén a Galicia, y luego a las Indias. El descubrimiento de su tumba en España, alrededor del año 830, fue el primer salto milagroso, aunque la noticia de este suceso se divulgó un par de siglos más tarde, cuando el obispo de lo que hoy es la parroquia de Padrón, en la provincia de La Coruña, fue informado sobre las luces celestiales y los cantos angelicales que acompañaban el pequeño espacio, cubierto de maleza, que se convertiría en la tumba de Santiago.
A lo largo de varios siglos, reinos y taifas combatieron de acuerdo a sus intereses inmediatos, en alianzas o como enemigos de musulmanes en la península ibérica, mientras la tradición de la sepultura de Santiago y sus milagros ganaban audiencia. La España islámica de ese entonces no tenía muchos creyentes cristianos, y sus líderes no estaban necesariamente alineados por la religión, por lo que para algunos era un pueblo necesitado de milagros.
Así, se fue compartiendo la historia del viaje desde Jerusalén a La Coruña, atribuida a la lealtad de dos de sus fieles que navegaron con sus restos en “una barca de piedra”. Otro milagro fue el inesperado respeto de Almanzor, el chambelán de Hisham II, en el año 997, que habiendo arrasado cuanto estuvo a su paso, no tocó la tumba de Santiago, permitiéndole ganar la fama de guerrero.
Con los años, su prestigio creció sin detenerse, a partir de la ahora famosa peregrinación por el Camino de Santiago, apoyada por la red de monasterios benedictinos de la orden de Cluny, que en cierta forma equiparó a la que se hacía a Jerusalén.
Más adelante, la celebración de la reconquista española, con la expulsión de los musulmanes, tuvo como expresión artística las danzas de moros y cristianos que, una vez dramatizada, fue convertida en un arma de evangelización en la cual estaba presente el santo.
En tierras americanas estas danzas llegaron con las primeras expediciones: Hernán Cortez y Gonzalo Pizarro hicieron que se representaran utilizando escenarios abiertos. En Lima, por ejemplo, se realizó en la Plaza de Armas. En estos casos era un tributo a la colaboración del santo en sus conquistas, pues decían que en 1519 Santiago llegó a caballo para auxiliar a Cortez en Cintla (Tabasco), y en 1536, Francisco Pizarro lo necesitó y obtuvo su apoyo en el Cusco.
Aunque ahora son muy pocas las celebraciones que siguen de alguna forma el guion hispano, los moros y cristianos todavía se enfrentan cada año en Huamantanga (Canta, Lima) y en Colán (Paita, Piura), donde también se le conoce como “El caballito de Santiago”.
Con el tiempo, la asociación de las deidades precolombinas con las católicas se hizo más fácil a través de los atributos, especialmente aquellos que la Iglesia hizo pintar o esculpir en sus templos. No es extraño, entonces, que el Illapa de los incas se reinterprete a través de Santiago Matamoros, aunque tal asociación no signifique identificación.
En Yanque (Caylloma, Arequipa) se le llama Santiago al antiguo dios del trueno, aun entre los quechuahablantes, y sigue estando asociado a la lluvia, por lo que en más de un ritual se le ofrece el primer plato u ofrenda en señal de respeto. Además, como podía esperarse, la invocación a Qhaqya, otro de los nombres del trueno, recogido en Chillihuani (Cusipata, Cusco), se hace notoria bajo las tormentas.
Las distintas audiencias de este país reservaron, en cada caso, diferentes significaciones al evento, manteniendo vivo el recuerdo de Santiago Apóstol (cuando pudo haber seguido otro camino, como desaparecer dentro del festival conocido como La Muerte del Inca Atahualpa).
Así, por todo esto, son muchas las caras y ha sido largo el recorrido de este extraordinario personaje.