El hambre le habló a la necesidad. La presidenta del 6% de aprobación le habló al Congreso del 9% (Ipsos-América). El Parlamento de ‘Los Niños’, las contrarreformas y la impunidad escuchó a la presidenta de las muertes en las marchas y los Rolex. Por ahora, ambos poderes se necesitan para mantenerse en funciones hasta el 2026 y el Congreso es el que domina la agenda pública y sostiene al Ejecutivo.
Empiezo con este contexto en código negativo para algunos (realista para mí), pues, si uno escucha el mensaje a la nación de ayer a secas, puede llevarse la falsa impresión de que somos un país rumbo al desarrollo y de que tenemos un gobierno campeón en la gestión pública.
Del dicho al hecho hay mucho trecho. Lo que escuchamos no está del todo mal, no hay que ser tan mezquinos. Para ser un gobierno débil y mediocre, al menos hizo el gesto de plantear algunos cambios, como la fusión de ministerios y la creación de uno nuevo para la infraestructura. Que esto sea positivo, eficiente o pura narrativa para tener algo en la agenda (que es a lo que me inclino) está por verse.
El país necesita más inversión para poder salir de la pobreza. Esa es la mejor receta. Reafirmar la relevancia y viabilidad del proyecto Tía María es importante para ese mensaje. Ojalá que no sean solo palabras y que el Gobierno sea activo en sacar adelante el proyecto.
Fuera de eso, fuimos aburridos testigos de un innumerable recuento de actos de gestión ordinaria y de medidas populistas, como el anuncio del incremento del sueldo mínimo, aumento de pensiones para jubilados, sueldos de policías y personal de las Fuerzas Armadas, entre otros.
Por supuesto que no se dijo de dónde saldrá la plata ni la carga que el incremento de la remuneración mínima generaría a los privados. En particular, a sectores como el agroindustrial, en el que un eventual aumento tiene el impacto del incremento, más un 30% adicional, ya que el Congreso del 2021 aprobó el bono Beta sin estudio de impacto alguno.
¿Hasta cuándo se mantendrá esta relación Ejecutivo-Congreso? El calendario electoral será el termómetro del futuro. Las elecciones del 2026 serán convocadas en abril del próximo año; por tanto, si Dina Boluarte es vacada después de esa fecha, no será necesario que los congresistas dejen su cargo ya que habría una elección convocada y el titular del Parlamento gobernaría hasta el 28 de julio del 2026.
La mandataria se está esforzando en dar el mensaje de que ella puede llegar al 2026. Se lo está diciendo al Congreso, al establishment económico y a la ciudadanía con las medidas populistas. ¿Lo logrará? Más allá de la innegable afinidad actual con varios partidos, ninguno querrá verse al lado de ella cerca de las elecciones. No obstante, su sumisión al Congreso es tal que sus chances de lograrlo aún existen.