Para: Presidente Donald J. Trump
Asunto: Estrategia electoral
Es un gran honor, señor presidente, que usted solicite mis consejos acerca de cómo garantizar su merecida reelección. Comparto su desilusión con los asesores electorales que no han logrado convertir su exitosa gestión en una abrumadora ventaja electoral. El único que sirve de esos asesores es su brillante yerno, Jared Kushner.
Pero no hay que ignorar la realidad. Es inevitable que la pandemia y sus secuelas económicas acarreen fuertes costos electorales para usted. Para el día de las elecciones, en noviembre, habrá decenas de miles de empresas en bancarrota, millones de personas sin trabajo y muchos muertos debido al COVID-19. Además, la gravedad de la situación será exagerada por los medios de comunicación. Siempre se han negado a reconocer su talento y el éxito de sus actuaciones. El más reciente ejemplo de esto fue la injusta manera como reportaron su sugerencia de ingerir o inyectarse desinfectantes caseros para enfrentar al virus. A pesar de todo esto, estoy convencido de que su reelección es posible. Pero para que ello ocurra usted tiene que estar dispuesto a todo.
Los más recientes sondeos electorales indican que Biden lo aventaja en todos los estados. Si las elecciones fuesen hoy, él y no usted sería el próximo presidente de EE.UU. Pero esa realidad no me amilana. Tenemos otras rutas para garantizar su permanencia en el poder.
Ser el presidente de EE.UU. y contar con la visibilidad y todos los recursos que ello conlleva es una de sus ventajas. Otra es el dinero. Usted ya ha recaudado 187 millones de dólares más de los que tiene Joe Biden. También contamos con más y mejor tecnología informática. En eso, además, contamos con la invalorable ayuda de su buen amigo Vlad, el ruso.
Pero debemos aceptar que, aun con estas ventajas, Biden puede llegar a noviembre con más apoyo de los votantes. De ser así, tendremos que recurrir a otra de sus potentes armas: el Poder Judicial.
Durante su presidencia usted ha logrado, en colaboración con el jefe del Senado, Mitch McConnell, que se nombren 158 jueces, incluidos dos magistrados de la Corte Suprema. Seguramente, muchos de ellos están muy agradecidos con usted. El Poder Judicial como instrumento para determinar el resultado de una elección presidencial ya fue usado en el 2000. En la contienda por la presidencia entre George W. Bush y Al Gore la Corte Suprema intervino en una disputa sobre el conteo de los votos en el estado de Florida. La decisión de la corte favoreció a Bush, llevándolo así a la Casa Blanca. Y es en este precedente, en este ejemplo, donde baso mi optimismo con respecto a la posibilidad de que usted sea reelecto.
Permítame ser muy brutal en formular mi recomendación: si su reelección no la podemos ganar en las urnas, la ganaremos en los tribunales. Si no es a través de votos, deberá ser a través de demandas judiciales. Debemos prepararnos para crear decenas de situaciones ambiguas y confusas en las votaciones, en el conteo de votos o en muchos otros aspectos de la mecánica electoral que pongan a los jueces a dirimir los conflictos creados por estas confusiones.
Además de prepararnos para desatar este ‘blitzkrieg’ judicial contra las elecciones, debemos trabajar para que quienes no voten por usted, no voten. Es así de simple. Conocemos los distritos donde la mayoría de los votantes apoya a Biden y allí podemos hacer que el proceso sea tan lento, las máquinas de votación tan defectuosas y las filas tan largas que las personas desistan de votar. También debemos impedir a toda costa que en las áreas donde dominan los demócratas se pueda votar en ausencia, por correo o electrónicamente. Y podemos diseminar información que haga más confusa la localización de los lugares donde se vota. Impedir que los exconvictos voten es también una táctica por considerar. Más del 7% de la población adulta de afroamericanos no puede votar por haber estado en la cárcel. En la población blanca la proporción es de 1,8%. La lista de posibles tácticas para suprimir el voto es larga y conocida y ninguna es nueva. Las hemos usado todas. La diferencia es que ahora propongo que sean el pilar de nuestra estrategia electoral.
Y dejé para el final la más importante. La batalla no será para ganar los votos de nuestra base de seguidores. Esos los tenemos.
La batalla es para que los escépticos, incrédulos, confundidos, desinformados o flojos no voten. Hay que usar las redes sociales para sembrar desconfianza, dudas y críticas acerca de las elecciones y del sistema democrático. En esto también contamos con la invalorable ayuda del amigo Vlad, el ruso.
Quedo a su disposición para hacer lo que haga falta.
Le reitero mi admiración y respeto.