Se realiza en Lima la Vigésima Conferencia de las Partes (COP 20), de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que reúne a muchos países para llegar a un acuerdo que evite el creciente calentamiento global.
¿Cómo hemos llegado a esta situación y qué debemos hacer para evitar que el efecto invernadero siga alterando el clima del mundo? La comunidad científica señala que las actividades humanas han producido profundos cambios climatológicos, algunos tal vez irreversibles que pueden poner en riesgo la vida en el planeta, al no controlar en forma adecuada el efecto invernadero, producido por gases como el dióxido de carbono, el óxido nitroso y el metano, que liberan la industria y otras actividades esenciales para la economía mundial. Desde 1800, debido a la Revolución Industrial, las emisiones de gases se incrementaron y siguen hasta hoy, aumentando un 30% más respecto del siglo XX.
En 1965 el científico James Lovelock advirtió sobre las consecuencias del uso de combustibles fósiles cuando llegara el año 2000. Por desgracia, acertó en su pronóstico. Asimismo formuló la Hipótesis Gaia y señala que en el 2030 el planeta tendrá un clima extremo y gran parte de él estará bajo el agua, e indica que estamos llegando al límite de la “tolerancia” de la naturaleza.
Igualmente, Al Gore, con su libro y el documental titulado “Una verdad incómoda”, ha difundido, a gran escala, la necesidad de una revolución ecológica para que la humanidad revierta el desastre que se está causando.
Lo que ha producido el calentamiento global fue el descubrimiento de que el petróleo podía utilizarse de muchas maneras en la industria. Sin embargo, pese a existir un estrecho vínculo entre el cambio climático y los hidrocarburos, al producirse la quema de combustibles fósiles, la mayor fuente de emisiones de CO2, los gobiernos no están interesados en reducir la cantidad de crudo en el mercado, sino en disminuir costos y aumentar la oferta del oro negro, proveniente de nuevas reservas, sin considerar que la extracción de petróleo tiene un doble impacto en el cambio climático, al producir deforestación y la ya mencionada emisión de gases.
Así, el petróleo ha sido una maldición para la humanidad. Por el oro negro se han producido guerras, derrocamiento injusto de gobiernos, etc. Un ejemplo fue la invasión de Iraq, atacado con el pretexto de que este país constituía un peligro para Estados Unidos.
Los efectos de este calentamiento se notan claramente y confirman las predicciones de científicos y ambientalistas, como aumento de la temperatura media terrestre, deshielo de los glaciares y casquetes polares. En el hemisferio norte la extensión de nieve disminuye un 10% desde la década de 1960.
Se estima un aumento del nivel del mar de 15 a 95 centímetros para el 2100, también sequías, extremos fenómenos meteorológicos, extinción de especies, enfermedades y propagación de epidemias, expansión de enfermedades infecciosas, aumento de los costos socioeconómicos, reducción en la producción de alimentos, hechos que forzarán la migración de millones de personas que vivan en las zonas de mayor riesgo.
Por ello, es necesario un consenso internacional para que los estados busquen energías renovables y obtengan una óptima eficiencia energética, financien investigaciones que permitan desarrollar nuevas tecnologías en combustibles y otras formas de energía. Es necesario también que reduzcan el consumo de combustibles fósiles y se preparen para asumir un futuro sin petróleo.
Ojalá se encuentren resultados que nos permitan mirar el futuro con algo de optimismo.