Desde hace varios años estamos viendo en el Perú un sostenido proceso de degradación de la calidad de las políticas públicas, con malas normas y deterioro de la gestión pública. Las fuentes de esta degradación son múltiples y las áreas que impacta, muchas. Lamentablemente, el concierto populista se ha acentuado en este Gobierno y aún más con el actual Congreso. Como cada nueva mala norma que se aprueba o cada peldaño que bajamos en nuestra capacidad de gestión no tiene un impacto significativo inmediato visible, muchos creen que “no pasa nada”, que la economía aguanta. No percibimos con claridad que hemos tomado una ruta descendente. En los siguientes meses la prioridad del país debe ser el control sanitario de la pandemia y el amortiguamiento de sus efectos en la economía. Pero, a la vez, tenemos que evitar que, con la excusa de ese esfuerzo o escondiéndose detrás de él, se sigan perpetrando propuestas que socaven las estructuras del modelo económico y de nuestra frágil institucionalidad.
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