El multilateralismo ha pasado por momentos difíciles últimamente, especialmente en las Naciones Unidas. De hecho, los valores de paz, seguridad y cooperación de la ONU parecen muy extraños en un momento en el que se libran múltiples guerras, el proteccionismo va en aumento y el mundo se divide en coaliciones y bloques.
Pero incluso en medio de una recesión geopolítica, la cooperación global sigue siendo posible. Los días 22 y 23 de setiembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas celebró su primera Cumbre del Futuro. Fue una prueba de la capacidad de la ONU para hacer frente a uno de los mayores desafíos transnacionales del mundo: la inteligencia artificial.
No es exagerado decir que la inteligencia artificial (IA) ha impulsado una de las respuestas políticas más rápidas y sólidas que se recuerdan. Hace apenas un año, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, invitó a las partes interesadas a recomendar cómo el mundo podría gobernar la IA al servicio de toda la humanidad. Sabía que, al igual que la respuesta inicial del mundo al cambio climático, las ambiciones de gobernar la IA corrían el riesgo de fracasar. Demasiados enfoques existentes estaban fragmentados, y la mayoría dejaba de lado al sur global, pues 118 países no formaban parte de ningún marco de gobernanza de la IA.
Consideremos una de las recomendaciones que han sido aprobadas en principio para su implementación: el establecimiento de un Panel Científico Internacional sobre la IA. Partimos de la premisa de que para gobernar un tema tan complejo como la IA, debemos tener una comprensión común de la tecnología y sus posibles riesgos e impactos en todos los países y culturas. Aprendimos esta lección de la manera más difícil del cambio climático.
Existe una enorme demanda de tecnologías como la IA y entusiasmo por su potencial para ayudar a resolver todo tipo de tareas, tal y como se establece en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Desde la salud pública y la educación hasta el crecimiento económico y la mitigación del clima, la IA puede ser una tecnología que cambie las reglas del juego. Sin embargo, sin la infraestructura y los mecanismos para supervisar su crecimiento transformador, esta oportunidad fomentará una mayor divergencia mundial, y las poblaciones más pobres volverán a quedar rezagadas.
Hay quienes, por supuesto, cuestionan el papel de la ONU en el gobierno de la IA. Sin duda, parte de la gobernanza de la IA debe tener lugar a nivel de los Estados-nación. También se está haciendo mucho por parte de las propias empresas tecnológicas que desarrollan los modelos de IA. Sin embargo, al igual que Internet, las oportunidades de la IA son un bien público global y la ONU es el único organismo global con la legitimidad para convocar a los gobiernos del mundo y a las partes interesadas en la IA. Y, a medida que nos enfrentamos a nuestra tecnología más revolucionaria y potencialmente disruptiva hasta la fecha, el Pacto Digital Mundial demuestra que todavía hay esperanza para el multilateralismo en un mundo geopolíticamente fragmentado.
–Glosado, editado y traducido–