Es difícil aceptar que la contratación de Reimond Manco, como jugador de Alianza, y de Roberto Chale, como entrenador de la ‘U’, reciba tan amplio respaldo de la afición. El fútbol peruano no avanza, retrocede. Dadas las circunstancias, sin embargo, lo ideal sería que estuviese tan solo estancado. Pero el retorno de Chale ala ‘U’ solo se explica por la división que debió haber existido al interior del equipo cuando Luis Fernando Suárez puso de lado al referente Toñito González, ya que Roberto Chale, con el buzo recién estrenado, lo primero que hizo fue ubicarlo otra vez como capitán. Suárez, sin duda, perdió esa batalla. En el Perú, quienes mandan son los jugadores. Chale, que es un político de vestuario, ha alcanzado su primer triunfo en el Monumental después de cuatro meses. El caso de Reimond Manco solo puede explicarse por la escasez de jugadores.
El drama del torneo local es que abarca un amplio espacio de nuestro territorio y se contagia del espíritu abúlico que nos embarga: lentitud, fatiga existencial, poca competitividad, mañosería para amarrar y un estado atlético precario. ¡Se respira demasiado Perú en el fixture! Los futbolistas peruanos detestan competir en dos torneos simultáneos y se contentan con la baja calidad del espectáculo local. Es la prensa la que los obliga a migrar hacia clubes más exigentes, pero ellos, a la primera de bastos, retornan al redil .Y todavía los llaman fracasados, acomplejados, poco ambiciosos. La globalización nos ha puesto cara a cara con un listón demasiado elevado: no solo en fútbol, también en otras profesiones, donde los candidatos deben competir con doctorado extranjero en mano, dominio de dos o tres lenguas y una experiencia laboral fuera de la patria.
Eso es lo que le pasa al vóley en la actualidad: tienen un torneo interno que asfixia a las muchachas en contiendas poco exigentes. Antes, más bien, se trataba de una selección itinerante, eran invitadas a participar en torneos internacionales y, por esa razón, se mantenían al margen de la realidad peruana y llegaban a jugar bien. Oh, triste y desalentadora realidad: a más Perú, menor calidad. Los jóvenes escritores se marchan a España en busca de editoriales y reconocimiento; actores y actrices se instalan en Chile o en Colombia; los cineastas anhelan seguir la huella de Claudia Llosa; y los futbolistas si se quedan, son unos conformistas, y si migran, tienen que entrenar a muerte por un puesto. El Perú es más grande que sus problemas, pero es, sobre todo, un vacilón si la sabes hacer o tienes suerte: es un país sensual, de discoteca, de negocio turbio, de floro, de varas y de chanchuyos; un país bamba, de trampa y, según los analistas políticos, de humo.