“Biológicamente las familias responden a un accidente genético, pero culturalmente las hemos reinventado como un antídoto contra el caos y las amenazas del mundo de afuera”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“Biológicamente las familias responden a un accidente genético, pero culturalmente las hemos reinventado como un antídoto contra el caos y las amenazas del mundo de afuera”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Alonso Cueto

La familia, o su ausencia, ha sido una gran protagonista de la pandemia. Seguir las reglas, es decir “quedarse en casa”, ha significado, para muchos, “quedarse en familia” o quedarse solo. Si en vez de familia teníamos compañeros de piso al declararse la cuarentena, quisimos convertirlos en algo así como una familia sustituta. Compartir la sala, el comedor, el Internet y otros espacios domésticos ha supuesto una prueba de fuego para la convivencia familiar. La cuarentena ha descubierto lo unidas y fuertes que eran algunas familias y lo precarias que eran otras. No hay mejor examen para saber quiénes somos que estar encerrados juntos por un tiempo.

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