Empecemos este año electoral con una interrogante: ¿qué gobernante es mejor, aquel que es ético pero ineficiente o quien es inmoral pero eficiente? La respuesta es simple. El buen gobernante debe ser ético y eficiente.
Si nos atenemos a las recientes encuestas, un alto porcentaje de electores, que peligrosamente se acerca al 50%, apostaría por un gobernante eficiente, pero sin ética. Ello demuestra el desapego de muchos peruanos a la relación que debe existir entre la ética y la política.
Esta falta de percepción se expresa en la frase cínica “robó, pero hizo obra”. De ella se deduce la aceptación y la permisibilidad de gobernantes ladrones con tal de que hagan obras.
Sin considerar un hecho indiscutible, si el gobernante es ético, habrá más obras, porque el dinero se invertirá en beneficio de la sociedad. En consecuencia, a mayor honestidad y decencia en el manejo de los asuntos públicos, más beneficios para el Perú.
Un gobernante ético, que respeta los valores, tiene por fin servir a través de la política y no servirse de la política para tener más poder y dinero. Respetar los valores significa que el gobernante tendrá que actuar priorizando principios como el derecho a la vida, el honor, la dignidad, la solidaridad, la igualdad y la libertad, entre otros. Paralelamente, debe también respetar y someterse a la ley, promover el buen funcionamiento del Estado y de las instituciones democráticas.
Al respecto, en la víspera de Navidad, monseñor Luis Bambarén exhortó a los candidatos a “comprometerse con el Perú y no con sus bolsillos”.
Son palabras duras, pero necesarias, porque lo dicho por Bambarén sintetiza el sentir de muchos peruanos que repudian el “robó, pero hizo obra” y que están indignados por tanta corrupción.
¿Qué pasa entre nosotros? ¿Hay ceguera ética en muchos peruanos?¿Hemos perdido la decencia, la vergüenza y hemos caído en la sensualidad del poder y del dinero?
En el 2010, el filósofo francés de origen alemán Stéphane Hessel, miembro de la resistencia francesa contra el invasor nazi y uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, escribió una pequeña gran obra que tituló “¡Indignaos!” (2010). La obra impactó en el mundo, porque sintetizaba la indignación de muchos contra la falta de ética no solo en la política, sino también en otros aspectos de la vida.
En su libro “La política en tiempos de indignación” (2015), el filósofo vasco Daniel Innerarity sostiene: “La indignación es una virtud cívica necesaria pero insuficiente”. Así, plantea que no basta indignarse y protestar contra la inmoralidad. Es necesario comprender las causas de esta situación y propone un eslogan alternativo: ¡Comprended! Él toma la palabra ‘comprensión’, cómo hacerse cargo de la complejidad del mundo y las constricciones que nos impone nuestra condición política.
Hay que indignarse frente a la falta de ética, pero a la vez comprender por qué se está produciendo y darse cuenta de que la política tiene límites para resolver diversas demandas populares, entre ellas la del rechazo a la corrupción.
En el Perú, el desafío para cualquier gobernante no está solo en resolver las demandas de educación, salud, infraestructura, empleo, inseguridad e institucionalidad. Todo esto desde luego tiene que afrontarse, pero muchos se han olvidado de reclamar un comportamiento ético.
La palabra ‘ética’ viene de la voz griega ‘ethos’, que significa ‘costumbre’ y ‘conducta’. Igualmente el término ‘moral’ deriva del latín ‘moris’, que significa también ‘costumbre’.
Un gobernante ético y moral es quien tiene buenas costumbres y buena conducta. El mismo criterio vale para el ciudadano. Una persona moralmente responsable es quien sabe distinguir entre el bien y el mal.
Pasar de un alto grado de corrupción a un alto grado de moralidad será un proceso largo, doloroso y conflictivo, pero en este camino se pueden ir tomando medidas no solo judiciales, sino políticas, como transparencia en la gestión de las autoridades, rendición de cuentas obligatoria, establecimiento de mecanismos de control y vigilancia. No solo entre los poderes y organismos públicos, sino desde de la ciudadanía.
Quienes aspiran a gobernar deberían tener muy presente estas palabras de Cristo y Platón. Dice Cristo: “El que quiera ser grande, que se haga servidor de todos”. Señala Platón: “La única razón moral que justifica la participación en la política es la capacidad de servir a los demás”.
Mientras esto no suceda, seguirán los indignados y quienes quieren comprender las causas de esa lacra que llamamos corrupción por la falta de ética en la gestión de los asuntos públicos.